Cuando realicé el Vipassana en Calcuta, pude comprobar los efectos positivos de la meditación. Si concentras tu atención y eliminas el flujo de pensamientos confusos que llenan la mente y provocan estrés, podemos lograr lo que se conoce como la “realidad tal cual es”; no como esperamos que sea o creemos que debería ser. Porque todos tenemos pensamientos invasivos que afectan la manera en que percibimos la verdad y si dejamos que estas ideas se concentren en nuestro cuerpo, la vida se vuelve angustiosa.
Esto me lleva a pensar en los riesgos que enfrenta Colombia, a propósito del sector energético, en caso de quedar en firme el decreto que busca que el Presidente asuma funciones de la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG). Resulta que la CREG nació en 1994 y fue una solución para no repetir la crisis del 1992 cuando los niveles de las hidroeléctricas eran escasos para abastecer la demanda del país.
Muchos recordamos con desagrado los apagones en el Gobierno de Gaviria ya que la cobertura y calidad eran terribles. Encima, la deuda del sector representaba el equivalente al 30% de la deuda externa, unos 25 billones de pesos, que certificaba a la energía colombiana como “un negocio chimbo que no cobraba lo suficiente para mantener y mejorar el sistema”.
Entonces llega la CREG y se encarga de promover la competencia, regular los monopolios, fijar esquemas de tarifas y normas de calidad del sector. Además, está conformada por miembros del Gobierno (Min Hacienda, Min Minas y DNP) y 8 expertos nombrados por el Presidente. Todos tienen voz y voto que dictan los reglamentos técnicos para regular los servicios. El precio de estos servicios no es una asignación arbitraria sino lo que resulta del análisis de varios componentes como la generación, transmisión, distribución, comercialización, pérdidas y restricciones.
Adicionalmente, La CREG establece reglas para que los generadores oferten precios basados en los costos de producción y garantiza que los usuarios paguemos la energía al precio que dicta el mercado. Pero lo que pretende el Presidente es que él sea el único habilitado para tomar las decisiones técnicas y tarifarias del servicio. Y manda huevo! Es decir, que podrá poner los precios a dedo sin tener en cuenta los costos de producción de las empresas generadoras. En pocas palabras, esto es lo que hacen los ricos que heredan y no trabajan. “No hay nada más peligroso que un ignorante con iniciativa”, decía Goethe.
Si llegase a quedar en firme esto, la calidad del servicio bajará ya que el Presidente no tiene ningún conocimiento técnico para decidir sobre los precios y, como es populacho, de seguro los bajará y las empresas no podrán pagar la mano de obra calificada que se necesita para garantizar un buen servicio. Y es que, por dios, estaríamos desincentivando la innovación y las inversiones en el sector. Eso no da confiabilidad y es otra razón para que no se invierta más en Colombia.
No obstante, no queda más que esperar a que la mermelada no alcance para que aprueben esto. La realidad actual es que seguimos con una economía relativamente estable, pero con ganas de flaquear. Porque con este gobierno pareciera que vivimos al borde del inodoro, como con cólicos estomacales que cada vez que dicen algo, sentimos el “uyuyuy” que anuncia el cagadón. Y, ¿que se puede hacer? Nada, porque ya los que votaron por estos sinvergüenzas los dejaron con el poder para corromper y jugar al niño rico sin conocimiento. Porque recibieron la economía del país mejor que nunca y con estabilidad institucional. Ojala la meditación sea la herramienta para bajarle al dolor de estómago. Yo ya estoy que me cago.