Al terco hay que ignorarlo
Resumen
El artículo describe la frustración de tratar con personas intransigentes que no dialogan ni comprenden ideas diferentes. Destaca la impotencia ante aquellos que eligen la ignorancia y el odio, en especial hacia figuras como el presidente Petro.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: José Oscar Fajardo
Acepto que este título es algo irrespetuoso, pero les juro que no encontré otra manera de expresarlo. Lean la minihistoria de uno de los tantos tipos que tengo que mamarme, o en el peor de los casos, que ya no lo soporto por su enorme sobrecarga de imbecilidad. Y siempre que lo oteo desde el horizonte, o lo olisqueo desde la distancia, les confieso con mucha sinceridad, me toca salir corriendo.
Yo estoy casi seguro que es el imbécil, repito, imbécil, en todo el amplio espectro del vocablo, más protuberante del sistema solar. Por qué usted no acepta dialogar conmigo, me preguntó hace unos días. Porque usted no dialoga. Usted pelea, grita, vocifera, ofende, irrespeta, desafía, le dije. Lo peor es que no quiere, o no puede entender que es ignorante, semianalfabeto y, en grado extremo agresivo. Yo a usted, le recalco, trató de enseñarle cositas, de aclararle conceptos, de explicarle teorías, de meterle algo en la cabeza para poder departir una charla. Pero a usted lo único que le entra a la cabeza y con gran eficacia, es el guarapo y el bazuco.
Total, hermanito, que así en esas condiciones mentales, escolares, sociales, e intelectuales, lo único que puede hacer, con esa cabeza tan dura, es mandarse hacer una coca chiquinquireña con una guaya de freno de motocicleta porque usted revienta la piola con el peso de la cabeza. Cómo carajo quiere que una persona decente, culta preparada, erudita, conspicua y ecuánime, entable una charla con usted, manito. Cómo, le repetí.
El tipo se quedó mirándome y pude darme cuenta que botaba chorros de candela por los ojos y gases venenosos por la tobera de atrás. Luego me dijo, con unos ronquidos de tigre y una mirada del mismo tigre, mire periodista pendejo: yo no sé qué quiere decir con eso de conspicuo y ecuánime. Entonces usted se queda acá de hiju….ta mientras yo voy a la casa a peguntarle a mi hija que está en la universidad, qué es conspicuo y qué es ecuánime. Porque yo de usted no me dejo insultar. Así que, espéreme aquí si verdad es un macho “satanderiano”, alegó.
Ustedes podrán deducir que… yo que carajo lo iba a esperar. Pero lo verraco es que, al que tiene “acribillado” con insultos y vituperios es al doctor Petrico, a quien yo valoro, admiro y respeto tanto. A mí me duele y se me derrite el alma es que un individuo de la más podrida procedencia y con varios años de carrera en la universidad Modelo, de Bogotá, cosa que sabe hasta el perro de la vecindad, insulte, vitupere, menosprecie, desprecie, atropelle, despelleje, escalabre, etcétera, a un hombre con investidura presidencial, prodigiosa intelectualidad, altura profesional y política y todas las que usted quiera anteponer como es nuestro presidente Gustavo Petro. Porque uno comprende que un oligarca defienda su clase social. Pero no le cabe en la cabeza es que, este pobre hombre chatarrizado, como todos los de su calaña, hayan podido aprender a odiar a una persona que ni siquiera conocen personalmente. Si es que no salen de los lupanares donde sólo comparten vida social y discusiones agresivas con lunfardos y con percantas que están por debajo de cualquier clasificación moral.
Pero todavía me parece más deprimente y lamentable es que haya gente especializada en enseñar a odiar. Periodistas, abogados, médicos, connotados deportistas, brillantes intelectuales y hasta famosos escritores, impregnando a los más desvalidos mentales, de odio sangriento a base de mentiras y engaños. Incluso a través de los más prestigiosos medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales. Mientras que, en la ONU, en el FMI se hablan bellezas y alaban con pulcritud los aciertos del gobierno del presidente Gustavo Petro. Y Dios protegiéndolo por debajo de cuerda.