Resumen
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
El pasado miércoles el presidente anunció que se dirigiría al país para dar una información relevante. Todos presumimos que hablaría del paro camionero, creíamos que era importante hablar del tema que afectaba gravemente al país. Estaban escaseando alimentos, medicamentos, combustibles. Los niños y jóvenes que no podían asistir a clases, los trabajadores que no podían llegar a sus lugares de trabajo. Las pérdidas por alimentos descompuestos, animales muertos atrapados en los bloqueos o que morían por no poder hacer llegar el alimento, crecían de manera exorbitante cada día. Pero esa situación no fue importante para el presidente. Ya hablaría de eso después si era oportuno. Para él era un paro empresarial, no una protesta social como sí lo fue a su juicio el estallido social promovido por él en el 2021.
El paro fue levantado y aparentemente volvió la normalidad. ¿A qué costo? Cada vez toman más fuerza las vías de hecho y nadie responde por las pérdidas ocasionadas a todos, no solo a los “riquitos”, como los llama el presidente, sino principalmente a los pobres: campesinos, pequeños comercios, el vendedor informal, el trabajador independiente.
La concertación lograda compromete al gobierno a reversar el alza decretada y condiciona futuras alzas a los resultados de unas mesas de trabajo que se instalarán. El arreglo logrado involucra a los pequeños camioneros dueños de sus vehículos que reclamaban reglas claras entre ellos y las empresas de carga que los subcontratan, así como a otros modos de transporte especializado, pero no tuvo en cuenta a los generadores de carga. Como quien dice, la cadena está rota. ¿Volveremos a tener pronto más bloqueos?
El problema de fondo es la desaceleración de la economía. De hecho, durante los cuatro eternos días del paro los camioneros entrevistados por los medios coincidieron en afirmar que hay muy poca carga, menos que en 2019, el año anterior a la pandemia, lo que deriva en sobre oferta de transporte y consecuente guerra de tarifas. Es obvio que la solución pasa por tener unas políticas claras de reactivación económica que deben ser diseñadas por expertos economistas (no lo son ni el director de Planeación Nacional ni la doctora Laura Sarabia quien está a la cabeza del plan de reactivación) y deben generar credibilidad en los inversionistas, los empresarios y la ciudadanía en general.
Pero eso es precisamente lo que no existe, confianza en el gobierno y sus instituciones. La falta de credibilidad es absoluta. ¿Cómo podría ser de otra manera si el presidente amenaza continuamente a los empresarios y se rodea de personas con ideologías que condenan la libre empresa?
El gobierno debería escuchar las muchas voces sensatas que le aconsejan reducir el gasto del estado que ha crecido desaforadamente y no presentar una nueva reforma tributaria que reduciría aún más la inversión y que incluso haría disminuir el recaudo de impuestos. Sería como darse un tiro en el pie. Pero el presidente ha demostrado que no escucha, que gobierna por capricho y a través de X, que siempre cree tener la razón. ¡Así no se puede!
*Martha Elena Pinto de De Hart. E-mail: fundparticipar@yahoo.es
