Resumen
Álvaro Leonel Rueda Caballero, representante de Santander en la Cámara de Representantes, fue seleccionado por las conexiones políticas en lugar de sus méritos personales. Su carrera política ha estado marcada por acusaciones de corrupción y no ha hecho aportes significativos para el departamento.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)El normalista piedecuestano Álvaro Leonel Rueda Caballero es una de las siete personas que eligieron los santandereanos para que al interior de la Cámara de Representantes defendieran los intereses del departamento.
Su llegada al ámbito político no procede de ningún mérito personal distinto que el de haber sido compañero de clases de Héctor Mantilla, el ex alcalde de Floridablanca que lo vinculó como contratista en la Dirección de Tránsito en actividades jurídicas que, según varios sindicalistas, jamás se vieron por ningún lado.
Contratos de corbata que sumaron casi 80 millones de pesos de la época, los mismos que tuvieron como supervisor a Miguel Ángel Moreno, otro amigo de clases de Mantilla a quien después de haberlo convertido también en alcalde, le faltó muy poco para dejar en quiebra al municipio entero.
Posteriormente, Rueda Caballero pasó por las oficinas de la Secretaría de Infraestructura donde jamás vio las indelicadezas que los falsos contratistas Leidy Carolina Gómez Navarrete y José Orlando Bayona Chinchilla constituyeron con la puesta en marcha del programa del Banco de Materiales, lo cual terminó convirtiéndose en una constante por parte del representante quien mantuvo convenientemente ese silencio y esa ceguera cuando lo nombraron Director del Banco Inmobiliario de Floridablanca, una de las entidades con más señalamientos de corrupción en todo Santander.
Fue desde allí, después de apoyar la gran estafa inmobiliaria de la Constructora Valu según lo indican los damnificados del proyecto de vivienda Altos de Bellavista, de donde salió disparado a las huestes del Senador Jaime Durán Barrera llevando como acudiente a Ángel Alirio Moreno, el papá del ex alcalde y viejo amigo del senador, a quien Rueda sin ninguna vergüenza alguna lo terminó nombrando como UTL en el Congreso, que es en últimas la prueba más grande de su inexistencia como actor político en esta región, porque si alguien pensó que su llegada al Congreso era un logro de la juventud, no tardó mucho en aceptar su frustración al ver que ese joven no era otra cosa más que un empleado y un razonero especializado.
Obediencia y silencio son las dos palabras que caracterizan el camino al poder de este representante, a quien cada día que pasa más se le agotan sus aspiraciones a repetir la curul ya que no tendrá el respaldo de las administraciones de Floridablanca ni de Piedecuesta, y si sigue buscando reuniones a escondidas de sus jefes para traicionarlos en el periodo que le resta, la languidez de su final va a ser muy triste.
Hubiese deseado que esta columna hablara de sus logros e iniciativas en favor de los santandereanos, pero la verdad es que no hay nada que resaltar de su trabajo como representante. Es muy doloroso que el partido liberal en Santander tenga como única representación a un muchacho que no encarna en lo más mínimo el espíritu de esa organización política, pero más aberrante aún es que hoy no tengan liderazgos que puedan cambiar esa situación.
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