Campesinos de San Andrés, Santander, temen quedar incomunicados por el colapso de la vía rural principal
Resumen
La vía rural en San Andrés, Santander, vital para más de dos mil personas, colapsó por inestabilidad del terreno. Familias campesinas enfrentan aislamiento y riesgo ante esta crisis estructural que amenaza su sustento y acceso a servicios básicos.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
La emergencia vial en San Andrés es una muestra de la vulnerabilidad estructural de las vías rurales en Santander, donde la falta de mantenimiento, la inestabilidad geológica y la improvisación administrativa siguen cobrando factura. Mientras las autoridades analizan estudios y presupuestos, más de dos mil personas siguen dependiendo de un camino que puede desaparecer con la próxima lluvia.
Por Camilo Ernesto Silvera Rueda - Redacción política / EL FRENTE
La crisis vial que desde hace años afecta al oriente de Santander se agravó en las últimas semanas con el nuevo colapso de la vía rural que comunica el casco urbano del municipio de San Andrés con al menos diez veredas. La emergencia, causada por la inestabilidad del terreno y la pérdida total de la banca carreteable, mantiene en zozobra a más de 600 familias campesinas que dependen de este corredor para transportar alimentos, insumos, ganado y acceder a los servicios básicos.
Desde el domingo 23 de octubre, el paso vehicular quedó totalmente interrumpido. Lo que antes era una carretera de conexión vital entre las comunidades rurales y el casco urbano se convirtió en un barranco que amenaza con tragarse las pocas esperanzas de quienes trabajan la tierra en esta despensa agrícola del sur de Santander.

“Unos tres días más y nos quedamos sin vía. Ahora para sacar la cosecha, ¿cómo hacemos? Toca que se pierda”, relató con impotencia un campesino de la vereda Santa Rita, mientras observaba el abismo que divide su vereda del resto del municipio.
Con esfuerzo comunitario y el apoyo de la Alcaldía Municipal de San Andrés, liderada por Fredy Ramírez, los habitantes lograron abrir un paso provisional con ayuda de maquinaria del municipio. Sin embargo, la solución temporal apenas permite el tránsito de motocicletas y peatones, y representa un alto riesgo de accidente.
“El terreno sigue cediendo. Si pasa una volqueta o una moto cargada, puede venirse todo abajo. Pero es lo único que tenemos para ir al pueblo o llevar los niños al colegio”, explicó otro campesino del sector de La Montañita.
Las imágenes que circulan en redes y medios locales muestran la magnitud del daño: el terreno colapsado, los bordes erosionados y un talud de lodo que amenaza con arrastrar los pocos metros de tierra que aún sostienen el paso improvisado.
Más de dos mil personas afectadas
El impacto de esta emergencia trasciende lo local. De acuerdo con estimaciones de la administración municipal, más de dos mil personas resultan afectadas directa o indirectamente por el aislamiento.
Los campesinos del páramo de San Andrés, productores de papa, cebolla, leche y fríjol, no han podido sacar sus productos hacia la Central de Abastos de Bucaramanga (Centroabastos). Los ganaderos enfrentan dificultades para transportar el concentrado y los medicamentos veterinarios, y en algunos casos han tenido que vender el ganado a pérdida o dejarlo sin comercializar.
Los estudiantes de las veredas, muchos de ellos de secundaria, arriesgan su vida al cruzar a pie el tramo dañado para asistir a clases en el casco urbano, mientras los adultos mayores y enfermos viven un calvario para llegar al hospital municipal.
“Aquí ya no solo está en riesgo la economía, sino la vida. Si alguien se enferma, no hay cómo sacarlo. Ni las ambulancias se atreven a pasar”, comentó la presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda Guayabal.
El problema, lejos de ser nuevo, es la crónica de un desastre anunciado. Desde hace más de una década, la zona donde ocurrió el derrumbe ha sido catalogada por los técnicos como una “cañada de alto riesgo geológico”.
En este mismo punto, según los habitantes, se han ejecutado varios proyectos de estabilización y drenaje financiados con recursos del departamento y la Nación, pero todos han resultado insuficientes y temporales.
“Cada invierno se lleva las obras que hacen. Aquí han metido muros, gaviones, cunetas, pero el terreno se mueve todo el tiempo. No es de ahora. Lo que se necesita es un trazado nuevo, por otra parte”, explicó un ingeniero de la zona, consultado por EL FRENTE.
Los recursos invertidos, dicen los campesinos, “se refundieron junto con el lodo”, mientras las soluciones de fondo siguen postergadas por falta de planeación y voluntad política.

Transversal Carare también en crisis
El deterioro vial no se limita a San Andrés. La Transversal del Carare, corredor que conecta los municipios de Cimitarra, Landázuri, El Peñón y Bolívar con el Magdalena Medio, también enfrenta graves daños por derrumbes, huecos y falta de mantenimiento.
Los transportadores denuncian que los trayectos que antes se recorrían en dos horas ahora pueden tardar hasta seis, y que los costos de transporte se han duplicado. Esta situación amenaza con aislar económicamente amplias zonas agrícolas y ganaderas que abastecen de alimentos al centro del país.
La combinación de lluvias, fallas geológicas y abandono estatal ha convertido la red vial rural de Santander en una trampa de barro y olvido, afectando directamente la competitividad regional.
Ante la gravedad del panorama, los habitantes de San Andrés y los municipios vecinos piden intervención urgente del Gobierno Departamental de Santander y del Ministerio de Transporte, para ejecutar un proyecto definitivo de reubicación del tramo vial y mitigar el riesgo geológico que mantiene incomunicadas a las comunidades.
El alcalde Fredy Ramírez ha solicitado la presencia de la Oficina de Gestión del Riesgo Departamental, así como apoyo de Invías para realizar estudios técnicos y definir una nueva alternativa de trazado.
“No podemos seguir gastando dinero en obras que se pierden. Esta vía es vital para el desarrollo del municipio y la seguridad alimentaria del sur de Santander”, manifestó el mandatario local.
Mientras tanto, las comunidades sobreviven entre la incertidumbre y la resignación, caminando con el barro hasta las rodillas y con la esperanza de que las promesas no se queden otra vez en el papel.
Una despensa que clama por no ser olvidada
San Andrés, además de su riqueza natural y paisajística, es una de las zonas más productivas en ganadería y leche del departamento, aportando una parte significativa de la producción que abastece a las plantas pasteurizadoras de Bucaramanga y Barbosa.
Pero sin vías, la despensa se convierte en una isla improductiva. Cada día que pasa sin solución técnica ni inversión sostenida, se deterioran no solo las carreteras, sino también la confianza de la población en sus instituciones.
“Ya hemos perdido la fe. Prometen venir, pero no llegan. Cuando lleguen las elecciones sí se acuerdan de nosotros”, lamenta un líder campesino, con la mirada fija en la montaña que se derrumba.