Cianita: la guacamaya rescatada por estudiantes de Geología de la UDES
Resumen
Estudiantes de Geología de la UDES realizaron un valiente rescate de una guacamaya domesticada durante una salida de campo. Con colaboración institucional, aseguraron su bienestar, personificando empatía y conciencia ambiental. La guacamaya, llamada Cianita, está en proceso de rehabilitación.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En lo profundo de las montañas santandereanas, en un paraje escarpado que bordea la quebrada La Molinilla, en la vía hacia San Vicente de Chucurí, un grupo de estudiantes de la Universidad de Santander (UDES) protagonizó una historia que trasciende los límites de la academia para convertirse en ejemplo de sensibilidad ambiental. Lo que comenzó como una rutinaria salida de campo se transformó, inesperadamente, en una operación de rescate que unió ciencia, empatía y amor por la naturaleza.
Era la mañana del 19 de mayo de 2025. Los estudiantes de los cursos de Geología Ambiental y Geotecnia Ambiental del programa de Geología de la UDES recorrían la zona para realizar una caracterización de macizos rocosos. En medio del análisis del terreno, los jóvenes fueron interrumpidos por un sonido inusual: un llamado agudo y reiterativo que parecía provenir de la copa de los árboles. Intrigados, alzaron la vista y distinguieron entre las ramas la figura inconfundible de una guacamaya. La sorpresa fue mayor al notar el brillante plumaje azul y amarillo del ave, que contrastaba con el verde del bosque. No era una cualquiera: era una Ara ararauna, también conocida como guacamaya azulamarilla.
El comportamiento del animal levantó de inmediato sospechas. Permanecía quieta, sin intentar volar, lo cual no es común en una especie que, por naturaleza, es esquiva y se mueve con destreza entre los árboles. Andrés Quintero, coordinador académico del programa de Geología de la UDES, fue el primero en reconocer que se trataba de un ave doméstica. “Su falta de reacción defensiva indicaba que no estaba preparada para sobrevivir en su ambiente natural”, explicó. Quedaba claro: la guacamaya había sido domesticada, probablemente vivió en cautiverio y, de algún modo, había sido abandonada o se había escapado.
Ante esa evidencia, los estudiantes decidieron actuar. Dos de ellos, Kevin Galvis y María Fernanda Sanabria, tomaron la iniciativa de descender por el empinado terreno para acercarse al ave. Cada paso fue calculado con precisión, pues el terreno rocoso y la vegetación densa dificultaban el camino. No obstante, la convicción era mayor que el miedo. Finalmente, lograron llegar hasta la guacamaya, que se dejó tomar en brazos sin resistencia. El gesto fue espontáneo, valiente y profundamente humano. Con el ave en sus manos, los estudiantes regresaron hasta donde se encontraba el resto del grupo, donde fue recibida con asombro y ternura.
El equipo de geología, encabezado por el profesor Quintero, supo entonces que la responsabilidad no terminaba allí. Era necesario activar una red de apoyo que permitiera garantizar la protección y el bienestar del animal. Gracias a la colaboración entre instituciones, el caso de la guacamaya fue canalizado con rapidez. Lina Suárez, estudiante de Geología de la Universidad Industrial de Santander (UIS), facilitó el contacto con Deicy Yamile Castro Morales, contratista de la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS), quien a su vez coordinó la entrega del ave con las autoridades ambientales.
Mientras se realizaban los trámites logísticos para el traslado, los estudiantes cuidaron de la guacamaya. Le ofrecieron agua y trozos de banano, a los que el ave respondió con gratitud. La escena era conmovedora: entre mapas geológicos y martillos de campo, emergía un vínculo emocional con la fauna silvestre. Tan fuerte fue la conexión, que los estudiantes decidieron bautizar al animal con un nombre simbólico: “Cianita”. Inspirado en un mineral del grupo de los silicatos, la cianita es conocida por su característico color azul, en alusión directa al plumaje del ave. Su nombre proviene del griego kyanos, que significa azul.

“Los estudiantes estaban muy orgullosos por la labor realizada y le expresaban su cariño de forma diferente. Fue un momento muy especial, uno que no se planea en un salón de clases, pero que enseña más que muchas teorías”, relató el profesor Quintero, quien celebró la actitud proactiva y el compromiso ético de sus alumnos.
La intervención de la CAS permitió que el subintendente Julio César Ávila, de la Seccional de Carabineros y Protección Ambiental del Departamento de Santander, asumiera la custodia del animal. Pese a las dificultades logísticas —propias de una operación improvisada en una zona rural de difícil acceso—, Cianita fue transportada en un guacal por el subintendente Didier Conde hasta un centro de atención especializado. Actualmente, la guacamaya se encuentra bajo el cuidado de la CAS, donde recibe alimentación adecuada, revisión veterinaria y evaluación etológica para iniciar un eventual proceso de rehabilitación.
Este episodio ha sido interpretado por la comunidad académica como una prueba de que el estudio de las ciencias de la Tierra va mucho más allá del análisis de minerales o de las formaciones geológicas. “La geología también es conciencia ambiental. Nos invita a mirar los ecosistemas como un todo integrado, donde cada ser vivo —desde una roca hasta un ave— forma parte de una historia mayor”, enfatizó Quintero.
La historia de Cianita se suma a una serie de iniciativas de educación ambiental promovidas por la Universidad de Santander, como parte del programa “UDES Verde”, que fomenta la conciencia ecológica, la solidaridad con las especies vulnerables y el compromiso activo de los estudiantes con los desafíos ambientales del país. El rescate de esta guacamaya no fue parte de una actividad programada, pero se convirtió en una poderosa lección de vida. Una lección que habla de la capacidad humana para actuar con empatía incluso en los escenarios menos esperados.

Hoy, Cianita permanece en recuperación, pero también en el corazón de quienes participaron en su rescate. Su historia es una invitación a replantear nuestra relación con la fauna silvestre, a denunciar el tráfico ilegal de especies, y a reconocer que cada gesto de cuidado cuenta. Desde la rama de un árbol, entre rocas y quebradas, una guacamaya recordó a un grupo de jóvenes científicos que proteger la vida también es parte del oficio.