Cumbre CELAC-UE realizada en Santa Marta fue un tiempo desaprovechado

Resumen

La IV Cumbre CELAC-UE en Santa Marta, considerada un fracaso organizado, reflejó limitaciones logísticas y escasa presencia política. La elección de Santa Marta como sede, junto a la baja visibilidad europea, debilitó esfuerzos por contrarrestar el unilateralismo.

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Cumbre CELAC-UE realizada en Santa Marta fue un tiempo desaprovechado

La IV Cumbre CELAC-UE realizada en Santa Marta, Colombia, fue un fracaso organizado, porque un encuentro que debía exhibir la voluntad europea y latinoamericana de ofrecer una alternativa al unilateralismo estadounidense terminó reducido a una ceremonia con escasa presencia política y una logística que repelió a los invitados de mayor peso.

Según los  críticos acérrimos de las determinaciones del Gobierno Petro, y que conocen el entorno, la elección de Santa Marta para una cita de esa magnitud constituyó un error estratégico.

Señalaron que el balneario carece de la conectividad y la infraestructura aeroportuaria necesarias para recibir delegaciones de gran talla mundial. La ubicación y el calendario ofrecieron una fricción innecesaria que contribuyó a la baja asistencia de mandatarios. La presencia  efectiva de jefes de Estado fue limitada, solo una docena de líderes confirmaron apoyo entre unas sesenta delegaciones invitadas.

La Unión Europea trató de mostrar compromiso, pero falló en el gesto político esencial. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, confirmó inicialmente su intención de acudir y finalmente delegó la representación en la alta representante de Exteriores, Kaja Kallas; la máxima representación colegiada recayó en el presidente del Consejo, António Costa, quien codirigió la cumbre con Gustavo Petro.

Esa menor visibilidad europea debilitó cualquier señal de contención ante las políticas exteriores de Estados Unidos que tanto se pregonan y el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, apostó por enlazar la cumbre con la agenda climática regional, pero el hueco entre eventos y la ausencia de una agenda pública intensa provocaron desinterés real entre Gobiernos que dudaban del desplazamiento.

El texto final de la reunión contiene 52 puntos y buscó articular una defensa del multilateralismo. Sin embargo, Venezuela, bajo la presidencia de Nicolás Maduro, rechazó la firma de la declaración final por una referencia al sufrimiento causado por la invasión rusa a Ucrania, lo que dejó al documento con menor legitimidad política.

Queda, no obstante, una ventana de oportunidad geopolítica que la Unión Europea debe aprovechar con rigor, no con retórica. El acuerdo de libre comercio entre la Unión y el Mercosur -negociado durante décadas-  figura como la herramienta práctica más potente para contrarrestar el proteccionismo y la diplomacia coercitiva.

Quedó en el ambiente, ya de por sí enrarecido, que las partes mantienen la esperanza de ratificación en diciembre, cuando los Presidentes sudamericanos tienen prevista su cumbre, el 20 de ese  mes, con lo cual se aspira a que esa concreción comercial hable más fuerte que las declaraciones inoficiosas vertidas en Santa Marta.

La cumbre de Santa Marta exhibió un buen propósito sin logística, voluntad sin liderazgo, declaración sin respaldo unánime. Si Europa y América Latina aspiran a ser actores de equilibrio frente a la hegemonía unilateral gringa, más que discursos, deben priorizar presencia firme, acuerdos ambiciosos y decisiones ejecutables.

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