“¿De culo pa´l estanco?”

Por: Carlos Ibáñez Muñoz. Las posiciones del Presidente de la República Gustavo Petro sobre el manejo del Estado son preocupantes, sus decisiones producen incertidumbre y temor. Son iconoclastas, niegan la autoridad, las normas y los modelos democráticos al pretender desconocer la Constitución y la Ley que regulan el manejo del Estado.

Su ideología la superpone al Estado de Derecho al salirse de los causes constitucionales y por ello anarquiza la institucionalidad. Nadie niega que su proyecto político ganó las elecciones, pero de allí a pretender imponerlo por encima de la regulación constitucional y legal es asomar el colmillo de la dictadura.

El Estado no se reforma a la brava, sus poderes públicos tienen blindaje constitucional e intentar hacerlo sin respetar los procedimientos y las instancias es propio de las tiranías.

El desconocimiento de la Rama Judicial, del Congreso de la República, que obtuvo 18 millones de votos por encima de los que él, como candidato presidencial obtuvo. El olvido y descuido de las entidades territoriales por quienes sufragaron millones de colombianos, la laxitud con los agentes subversivos, con los delincuentes de todo pelambre, la parálisis de las Fuerzas del orden, el manejo desacertado de la economía y los servicios de salud conllevan a producir en el país una conmoción interior y de gran zozobra. El desconocimiento del orden jurídico y la institucionalidad por parte del primer mandatario que juró cumplir la constitución y las leyes conlleva a la violencia y a la desconfianza ciudadana

Polarizar aún más al país pregonando la lucha de clases es terriblemente peligroso, aprovecharse de los pobres para ofrecer desde las plazas públicas solución a sus anhelos de más de cien años es francamente irresponsable y los coloca en disposición de lucha contra quienes, según ellos, les puedan conculcar sus reivindicaciones.

Es decir, el jefe de Estado ofreciéndoles la tierra prometida sin que lo pueda lograr, e inculpando a los sectores económicos productivos y a la sociedad civil, es el combustible para que aparezcan los primeros fogonazos de una confrontación bélica.

El Congreso de la República, los entes territoriales, los gremios económicos, los partidos políticos, las organizaciones sociales democráticos deben alertar a la comunidad internacional sobre la inminencia de una ruptura democrática en el País con las nefastas consecuencias que esto conlleva. ¡Dios salve a la Democracia y a la Patria!