Resumen
El periodista Edgar Julián Muñoz González reflexiona sobre la polarización en Colombia con respecto al presidente Gustavo Petro, planteando la guerra civil y la sumisión como alternativas extremas. Critica la confianza ciega en líderes políticos y llama a adoptar un enfoque más crítico y prudente.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Edgar Julián Muñoz González
En un escenario como el ocurrido el 8 de febrero, creería que solamente nos queda por plantear dos alternativas diferentes a las dadas por el presidente. Según él, lo quieren tumbar; según la oposición, se tiene que ir porque hubo trampa y fraude en la campaña. Pero es curioso que simpatizantes de una u otra causa se vean tan seguros de su posición. Yo, por ejemplo, me encuentro entre los segundos. Yo no le creo ni que se llama Gustavo Petro. Hay demasiada evidencia de que ese es su nombre, pero es que su manera de actuar y elucubrar me hace dudar hasta, incorrectamente, de su género y su especie.
Ahora, veo que desde el otro lado están convencidos de que todo es una campaña de desprestigio y que el hijo “no criado” fue presionado para decir las cosas que dijo, igual a Armando Benedetti y la nuera. Los he escuchado y he conversado con ellos: gente de la calle convencida de esto. Si no es porque hago diligencias, juego bolo criollo y me siento a tomar tinto en la calle, no sabría que hay gente fascinada con que todo es una mentira en contra del mandatario.
Entonces, volviendo al comienzo, las alternativas que nos quedan por explorar son, por un lado, la guerra civil y, por el otro, la sumisión. En Twitter son evidentes los comentarios para ambos lados. Entiendo que haya bodegas compitiendo, solo que el ciudadano de a pie, que no tiene la red social, es el que manda y usa la marcha como medio de expresión. Hasta ahora la oposición va ganando de sobra, pero los partidarios del gobierno no lo creen y dicen tranquilamente que el pueblo está con Petro. Una payasada, pero ahí es donde viene la guerra civil; cuando se ve necesario medir las fuerzas en las que ambas posiciones se encuentran convencidas de tener la razón.
No obstante, es algo a lo que no le veo mucho problema porque hemos vivido en esa condición siempre. Es claro que nosotros no hemos ido a buscarla al monte, pero si nos llega a la ciudad tocará hacerle frente. Y mejor aquí que allá donde hay leishmaniasis y culebras. Sin embargo, también está la sumisión. Aceptar, así seamos mayoría los que entendemos la trampa que nos hizo el presidente, que Gustavo Petro tiene la razón y que quiere lo mejor para Colombia. Que todos los guerrilleros del ELN dejaran de delinquir, al igual que todos los miembros del clan del golfo y las farc. Porque como organizaciones terroristas pueden firmar cualquier acuerdo y ganarse el nobel más asqueroso que existe, pero como individuales quedará la podredumbre del psicópata que sabemos son la mayoría de sus militantes.
Estamos cerca de la hora cero. Hablar de paz a estos niveles de degeneramiento social e intelectual es como insistir en persuadir a un pedófilo de que cuide tu familia y creerle que no hará nada. El llamamiento de diferentes sectores a “más diplomacia” “más cordura”, no es una estrategia. Por el contrario, demuestra lo tonto e infantil de sus interlocutores. El problema es que cuando la gente no confía, reevalúa sus valores. Es tiempo de adoptar los consejos individualmente y entender correctamente la máxima latina: si vis pacem, para bellum.