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De la literatura, la filosofía y la economía

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Resumen

El artículo aborda la relación intrínseca entre literatura, filosofía y economía. La literatura refleja las estructuras sociales y económicas, la filosofía busca entender la existencia y realidad y la economía estudia la producción y distribución de bienes y servicios esenciales.

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Mucho de lo que hablamos diariamente está relacionado intrínsecamente con la literatura, la filosofía y la economía. Aunque es una relación compleja, cada una de estas materias aborda la comprensión y representación del mundo desde perspectivas diferentes, pero con puntos de encuentro significativos. La literatura, por ejemplo, se centra en la expresión creativa y artística de la experiencia humana.

Por: Edgar Julián Muñoz González

Entre narrativas, teatro, poesía o canciones, las letras se enfocan en el amor, la muerte, la justicia, la libertad, la condición humana, entre otras, y reflejan las estructuras sociales y económicas que proporcionan una visión profunda de las dinámicas del poder y las desigualdades. Ya sea un género habitual e insulso como la narco-novela de Bolívar, o algo más selecto como las letras de Edson Velandia, siempre se está explorando esta realidad que padecemos y que de alguna u otra forma buscamos cambiar.

Así mismo, la filosofía busca entender los fundamentos de la existencia, la moralidad, el conocimiento y, sobre todo, la realidad. Preguntarnos por el significado de la vida, la naturaleza del ser o los principios que deberían guiar nuestras acciones es algo natural para cualquier persona. Esa es una lucha constante que todos quisiéramos descifrar, pero que es absolutamente imposible hacerlo sin analizar el entorno en el que nos encontramos. La filosofía y la literatura a menudo se interceptan explorando cuestiones existenciales y éticas.

Sin embargo, la economía estudia la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios que necesitamos para existir. También analiza cómo las sociedades utilizan esos recursos para satisfacer sus necesidades y deseos. Pero, a pesar de ser una especialidad más técnica y cuantitativa, también se relaciona con la literatura y la filosofía en la inspección de temas como la justicia social, el bienestar y la naturaleza de la riqueza y el poder.

Por ejemplo, la filosofía económica, que incluye corrientes como el marxismo y el keynesianismo, siempre está discutiendo por conceptos de justicia, valor y equidad. Algo cansón para cualquiera que entiende que estos conceptos a menudo son reconocidos en la literatura a través de personajes y tramas que ilustran los impactos de las decisiones económicas, buenas o malas, y las estructuras sociales. Las novelas de Charles Dickens reflejan las realidades económicas de su tiempo y permiten comprender las teorías sociales que emergieron como respuesta. Pero es que la economía también tiene una narrativa que construye teorías sobre el comportamiento humano y los mercados. No puede ser que aquellos que se sienten cultos, que llaman a estudiar, a leer, crean que la vida está hecha para pensar, pero nunca para trabajar. Poniéndolo en palabras más sencillas: el que busca riqueza, el que se pregunta “quién soy” o, el que lee a Engels, Losurdo y a Gramsci, solo se diferencian en el método para llegar a lo mismo: el bienestar individual.

Particularmente, estamos ante una ola mundial de personajes que confunden el “bienestar común” con el “bienestar de la mayoría”. Personas cuyo propósito de vida, parece, es ser recordadas en monumentos que se olvidan como los combatientes de las guerras. Estos narcisistas utilizan el bien común para justificar acciones autoritarias y coercitivas que generan conflictos y acaban con el libre albedrío. Puede que el bienestar común no sea una falacia; sin embargo, en las tres disciplinas abordadas, se sostiene que es un objetivo necesario para una sociedad justa y equilibrada, solo que es imposible de alcanzar sin garantizar los derechos y libertades individuales. Ya está bueno de tanta palabrería. Si queremos una sociedad más justa, es hora de cambiar el estamento y trabajar para Colombia sin esperar tanto de sus gobernantes.

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