Resumen
Adonay, desesperado tras la misteriosa desaparición de su prometida Leticia, intenta rastrearla y concluye escribiendo una carta a su amor perdido. Finalmente, se la encuentra sentada en un andén, resultando ser rechazada tanto del infierno como del cielo.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Adonay andaba desesperado por entregarle una carta a Leticia su prometida, pues el hombre sorteaba una compleja y aterradora confusión emocional.
Ella partió sin dejar más rastro que un frasco de perfume, un peine y una nota bajo su puerta empozada por un fuerte vendaval. Adonay no supo que sucedió, ni entendió por qué Leticia partió de su vida y del planeta, y la única oportunidad que tuvo para enterarse naufragó, pero de igual manera agotó todos los esfuerzos posibles y sobrehumanos para ubicarla; incluso, pidió ayuda a la policía sin encontrar apoyo, pues Leticia tampoco estaba registrada en el paredón de desaparecidos. ¡Se fue con otro! Así le dijeron las autoridades expertas en estos casos de desaparición forzada y voluntaria.
Adonay salió decepcionado, extrañado y despistado, fue a la tienda por unas botellas de ron, tres paquetes de cigarrillos y una resma de papel para alimentar la impresora con fragmentos que escribiría en una carta sin destino. Su ventana respiraba la humedad del pasto abandonado y la coreografía de las luciérnagas lo acompañaron en medio del grillar de los insectos. Incendió un fogón de fotos de Leticia para abrigarse y transformar en cenizas a su amor oculto entre el cielo y el infierno.
A las tres de la mañana la caneca rebosaba del infernal y celestial amor de Leticia reducido a cenizas, sin que Adonay renunciara a la búsqueda que lo enfrentaba de nuevo en la raya del principio. ¿Dónde carajos estás?
Después de leer, corregir y agregar palabras, Adonay tomó la resma de sus tristes y felices fragmentos, unos inolvidables y otros detestables, imprimió dos copias con el firme propósito de enviarlas a los dos únicos destinos donde sabía que tarde o temprano llegaría.
Días después de insistir en la búsqueda, recorrió las oficinas de correos y encontró tajante la misma respuesta… ¡Imposible! La dirección no era válida por falta de coordenadas y nomenclatura y este dato era indispensable para definir el medio de transporte que llevaría la correspondencia… Avión, barco o camión.
Insistido, Adonay visitó a Hermes y a Pablo, dos grandes y viejos amigos de su padre, espiritistas y yerbateros, para pedirles ayuda y en lo posible llevar el mensaje a los más altos contactos de las dos trincheras donde llegaría el alma de su amada Leticia. Pablo le sugirió que enviara una copia de la resma al infierno, sin dudar de que allí sería bien reconocida o famosa. Sin embargo, Hermes insistió que mejor la enviara a los ángeles del cielo, porque su rostro angelical debía ser el más angelical de todos y por lo mismo podrían ubicarla fácilmente.
Adonay terminó de enloquecerse, pues Hermes y Pablo habían contactado a sus más altas influencias y efectivamente Leticia gozaba de una prestigiosa reputación en las dos partes. ¡Aquí no hay hechizo ni exorcismo que valga!
Aburrido, Adonay abandonó el recinto después de varios rituales y baños, y al cruzar la calle estaba Leticia sentada sobre el andén, aburrida, con un tridente rojo chamuscado y una viola destemplada. Resultó que Leticia fue rechazada del infierno por ser más santa que diabla, y del cielo por ser más diabla que santa. ¡El que peca y reza no empata! Gritaron Hermes y Pablo desde la puerta.