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De los comentaristas diáfanos

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Por: José Oscar Fajardo
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Resumen

El artículo destaca cómo el fútbol puede despertar intensas emociones en las personas, similares a las provocadas por drogas, alcohol, religión, dinero y política, a pesar de que es "solo un juego". Advierte contra el fanatismo excesivo que puede llevar a comportamientos agresivos o dañinos.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Ningún sicólogo, siquiatra, sicoanalista, conductista, sociólogo, antropólogo e intermedias, ha podido explicar desde su área científica, por qué, o cómo carajos el fútbol es capaz de hacer aflorar en el ser humano los instintos primarios más antiguos de su naturaleza como lo hace el alcohol, cualquier droga sicotrópica, la religión, el capital y la política. Ningún científico de las disciplinas anteriormente citadas ha podido descubrir, qué parte del cerebro se activa con un gol, o con la decepción de un, no gol.

Lo cierto es que, como el fútbol se ha convertido en nuestro pan de cada día, y en efecto en el gancho de grúa más potente de “Los aparatos ideológicos del Estado”, vale la pena hacer algunas consideraciones para que no terminemos con un infarto cardíaco o en una guerra tribal, incluso entre los miembros de una misma familia.

Primero que todo tenga en cuenta que sólo se trata de un juego. ¿O de prolijas mafias sofisticadas? Mi no decir mu. Que el fútbol es un juego como cualquier otro juego, y que gane su equipo o pierda, a usted no le va a solucionar ninguno de sus problemas personales, menos los económicos.

Mire que usted se puede morir de un accidente cardiovascular, por decir algo, y/o quedar más torcido que columnista de ET, por decir un ejemplo vergonzante, y ningún jugador, o el DT, le va a mandar unos pesos para que no lo vayan a agredir, a satanizar, a despantaloncillonizar, a chatarrizar, como pretenden hacerlo algunos columnistas y/o comentaristas de las cadenas de TV privada con un hombre común, simplemente por ser el cerebro cuántico de la presidencia de la República.

Por otra parte, si usted es muy Gonadón (de Gónada) y se deja llevar fácilmente por verdades maquilladas, recuerde que puede ser víctima de sus propios errores. Ahora bien. Si sufre del corazón, cómo se le ocurre ponerse a ver y escuchar comentarios venéreos de ciertos comentaristas políticos, de cuyos nombres me aterra acordarme porque produce sarna invocarlos.

Me permito recordarles que, a las empresas cerveceras, de comunicaciones, sea radio o televisión, y licoreras en general, sólo les interesa vender sus productos sin importarles que usted es enfermo de la personalidad, o adicto a las drogas o al alcohol.

¿Por qué digo enfermo de la personalidad? Porque los locutores de radio o narradores de fútbol en televisión, al igual que algunos comentaristas y periodistas autores de columnas deportivas y demás artículos, utilizan y repiten con vehemencia brutal el término “Fanático”, sin tener en cuenta que el “fanatismo” es una forma de Paranoia y que, a su vez, el paranoico es un destartalado mental.

Y que los “fanáticos” del fútbol no son más que los hooligans de todos los países tanto americanos como europeos o asiáticos, que desolan, devastan los estadios con su sola presencia. Que son capaces de matar incluso a sus mejores amigos o familiares por ser “fanáticos” de otros equipos, y hasta por ponerse una pinche camiseta o sudadera de un equipo que no es el suyo o el de su preferencia. ¿Me equivoco?

El fanático paranoico-obsesivo, ya sea religioso, político del CD (Centro Deportivo), en este caso del fútbol, es aquel que no admite razones o conceptos de los demás porque cree que él, y sólo él, tiene la razón.

El paranoico obsesivo, o “fanático” del fútbol, o hooligan, es tan peligroso como cualquier otro enfermo mental. Es completamente diferente del hincha, o aficionado, o admirador, porque este concibe con racionalidad humana que, tanto el deporte como la religión o la política, son opciones y concepciones personales que se deben y se tienen que respetar porque son parte de los Derechos Humanos. Libre determinación de su racionalidad.

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