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Del amor, la política y los gatos

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Resumen

La sociedad colombiana, según el autor, enfrenta problemas de amor no correspondido y abuso por parte de sus líderes políticos. Sostiene que las personas se deben centrar en amar y corresponder al amor que reciben, para evitar la ansiedad y el negativismo.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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De las cosas más duras en la vida es amar y no ser amado. El cariño no correspondido es una experiencia dolorosa porque, cuando entregamos nuestro corazón a alguien y no recibimos el mismo afecto a cambio provoca un profundo dolor emocional y una sensación de rechazo. Pero el amor es un proceso complejo y tenemos que aceptar que no siempre podemos controlar los sentimientos de los demás.

Dicho esto, en una sociedad se pueden valorar distintos aspectos que varían según la cultura y la historia. Se valoran la familia y las relaciones, la ética y la moral, la educación, el conocimiento, el bienestar y la salud, la justicia, la equidad, la cultura y el patrimonio; la seguridad y la estabilidad. Las personas también son así: disfrutamos las relaciones personales, el reconocimiento, las pasiones, las emociones, la autenticidad, los logros, la conexión con la naturaleza y las experiencias únicas. Quien pueda alimentar eso, ganará nuestro corazón. Además, algunos de esos sentimientos vendrán a ser gestionados por nosotros.

Es tan sencillo enamorarnos de quienes nos brinden esa amplia gama de preferencias sociales que, sin percatarnos de las intenciones ocultas, tendemos a idolatrarlos a pesar de sospechar que nos dejarán en cuanto obtengan lo que desean. Si, individualmente, adoramos a un gato y nos abandona un domingo cualquiera, en una comunidad estimamos a personajes políticos, hechiceros que nos juran amor eterno, pero que nos excluyen de sus plegarias apenas les muestran el camino con mermelada. En ambas, todos quedamos en la inmunda.

Adicionalmente, la ansiedad nos hace olvidar de las cosas que deberíamos disfrutar y cultivar para que el negativismo no se apodere de nuestro espíritu. Entonces, ¿cuál es el juego ganador? La respuesta no es difícil: para ganar, necesitamos amar y corresponder al amor que recibimos. Es la clave para que todo funcione.

Sin embargo, en Colombia sucede algo que va en contra de toda esta lógica de bienestar y felicidad profunda que la sociedad debería experimentar. Es como si quisiéramos preferir ser abandonados y disfrutar maldiciendo al prójimo por su afrenta. Como si no pudiéramos aceptar ser felices como sociedad, porque todos los que nos rodean, empezando con el presidente, son unos traidores, como Santos, y cobardes como Rodolfo.

No han pasado ni dos años del gobierno y ya la prensa y los círculos sociales empiezan a especular sobre el próximo candidato que nos abandonará, como el gato negro escondido detrás de un muro para asustarnos. Estamos desesperadamente anhelando amor y pasión, pero inevitablemente nos enfrentamos a la cruel verdad de ser rechazados una vez que seamos conquistados y poseídos por completo.

A todos nos ha pasado en algún momento y parece que continuará sucediendo si seguimos confiando en las ratas para que se encarguen de limpiar nuestra casa. Y aquí está la frase, o la verdad, para saber que hay una salida a todo este esperpento de sociedad que sigue eligiendo a palurdos mequetrefes: a Colombia solamente la aman los políticos, porque es la única que le acepta sus cochinadas. Son los proxenetas de la patria. Y Lo siento por los buenos.

En este preciso momento, me doy cuenta de que la situación es aún más desoladora de lo que imaginaba. Parece que la sociedad está condenada a repetir sus errores una y otra vez, mientras los líderes corruptos continúan aprovechándose del sistema sin importarles las consecuencias. Es triste ver cómo un país tan hermoso y lleno de potencial es maltratado y manipulado por aquellos que deberían protegerlo y promover su bienestar. ¡Qué decepción tan grande!

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