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Del Feminismo, la tradición y la práctica

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Resumen

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Hay un tema del que me gustaría hablar y que tal vez raye con la idea de muchos, pero que es importante analizar. En el debate contemporáneo sobre el papel de la tradición y el feminismo, se presentan diversas tensiones y contradicciones que desafían las percepciones convencionales. La confrontación entre las tradiciones arraigadas y las demandas feministas, tanto de izquierda como de derecha, ha generado un terreno complejo donde convergen la lucha por los derechos individuales y la preservación de identidades culturales. Sin embargo, en este cruce de caminos, es interesante observar cómo las feministas de derecha a menudo muestran una ferocidad pragmática en su enfrentamiento con las costumbres, que contrasta con las estrategias de sus homólogas de izquierda.

El feminismo de derecha tiene un enfoque directo, aunque se enfrenta a un dilema particularmente desafiante: reconciliar la búsqueda de la igualdad de género con la defensa de las tradiciones. Desde una perspectiva crítica de la modernidad, abogan por equilibrar la lucha igualitaria de género, optando por una estrategia de cambio gradual desde el interior del sistema, jugando con las reglas, sin ultrajarlo ni desprestigiarlo. Es cierto que se enfrentan a críticas y desafíos desde todos los flancos, pero su determinación refleja una búsqueda por resistir la decadencia espiritual y cultural que han traído los progresistas ignorantes.  Las feministas de izquierda pueden encontrarse más inclinadas hacia la reforma radical y la ruptura con el establecimiento.

Esta divergencia se refleja más en sus visiones políticas y sociales. Y acá hay un punto clave, ya que no es lo mismo tener igualdad cuando viene de la decadencia a cuando se forma de un esplendor. Estoy de acuerdo con que no se genera más igualdad el hecho de cambiar roles, aunque sí se puede tener que asumir una responsabilidad que cumple con la esencia del género.

Encontrar el equilibrio entre la promoción de la igualdad y el respeto por la diversidad cultural es un desafío complejo. Cabe reconocer que defender los derechos humanos y promover la paridad no significa necesariamente ignorar o menospreciar la cultura de los pueblos. De nada sirve tratar estos temas si las ideas se ven empañadas por resentimientos e ideales políticos que en nada ayudan a resolver estos problemas. Por el contrario, ahondan la polémica y alejan los consensos.

La relevancia más significativa radica en que las feministas de índole derecha exhiben una persistente determinación en la defensa de sus principios y la promoción de la igualdad de género. Para ellas, la lucha por la emancipación no se limita a la retórica vacía o a la protesta simbólica. Va más allá de querer llamar la atención por cualquier medio, sino que implica una acción directa y pragmática para abordar las inequidades estructurales arraigadas en la sociedad. En este momento nos damos cuenta, en la política, que las feministas de izquierda abusan del poder y se refugian en su género para que no las juzguen cuando cometen errores.

Sin embargo, mujeres admirables como Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, y hasta Ingrid Betancourt, entre muchas, que no se han limitado a exponer su género como excusa para ser tomadas en serio. Personas que sostienen lo que dicen a pesar de los inconvenientes; que entienden lo folclórico del machismo y lo desenmascaran sin la ventaja de mostrarse como víctimas, es lo que necesitamos ahora más que nunca. Ojalá podamos tener una mujer de derecha como nuestra líder en el futuro y encontremos el equilibrio que tanto necesitamos.

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