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El despertar juvenil

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Resumen

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Todos hemos sido jóvenes. En algún momento pasamos por un proceso de autoconocimiento, crecimiento personal y descubrimiento de la identidad. Durante la adolescencia pudimos experimentar diferentes tipos de despertares, como el espiritual, emocional, intelectual, creativo y sexual, entre otros. Ahí comenzamos a desarrollar una conciencia crítica sobre nuestro entorno social, económico y político, y pudimos actuar para influir en estos ámbitos.

Por: Edgar Julián Muñoz González

Algunos lo hicimos por medio de la música, la literatura, otros por el dinero, el bienestar personal, otros por la política y lo social. Lo cierto es que de alguna manera hemos sido partícipes de los cambios socioeconómicos que ha vivido nuestra nación y que hoy nos tienen inmersos en la mayor concentración de conflictos de la historia. No solo en Colombia sino en el mundo.

Pero la guerra, la competencia, es un juego tan crudo, que satisface la necesidad humana de seguir siendo bestias. Sin justificar a un grupo armado ilegal, las motivaciones y pensamientos de un joven para enrolarse en la guerrilla, por ejemplo, varían dependiendo de múltiples factores. El entorno sociopolítico, cultural y las circunstancias específicas en el que opera hacen parte de esos componentes.

Entiendo que muchos guerrilleros se unen a la lid por una fuerte creencia en una causa y están motivados por la esperanza de cambiar un sistema que consideran injusto, o por la aspiración de lograr una sociedad más equitativa. No tengo nada en contra de ellos; la percepción de opresión es un poderoso motor y muchos jóvenes sienten que no tienen otra opción para hacer oír su voz, que combatir contra lo que consideran “un sistema corrupto y represivo”

No obstante, nada de eso parece importante cuando se pierde la vida por los caprichos de otros. Creo firmemente que el estado emocional y psicológico de los líderes colombianos, “buenos y malos”, es tan complejo que incluye el miedo, la esperanza, el odio y, porque no, amor a su comunidad y odio por la otra.

La cuestión es que las condiciones de vida, la constante amenaza de muerte y el estrés de la guerra les afecta tanto su salud mental que terminan revolviendo las causas de su lucha con el instinto animal puro, que es la destrucción del oponente para quedarse con lo mejor. Y quiero señalar que estas generalizaciones no aplican a todos los guerrilleros, paramilitares o militares, ya que cada individuo tiene una historia y motivaciones únicas para hacer lo que hace. Haría mal en decir que todos los que luchan por una causa son villanos.

Sin embargo, la juventud ha jugado un papel crucial en estos movimientos. La vitalidad, el idealismo, la influencia de la comunidad son algunas de las razones para que se sientan identificados con esa conflagración. Pero la propaganda Marxista, iniciada hace décadas, es hora de abandonarla para comenzar una nueva. El término “falta de oportunidades” es tan genérico que aquel que siga creyendo esa mentira, está condenado a vivirla. Nunca nadie ha expuesto el “¿para qué?”

Adicionalmente, el activismo ambiental y las luchas por la igualdad son ponencias tan grandes, que los verdaderos ignorantes la vuelven motor de sus acciones sin importarles averiguar qué tan real o manipulada es la diatriba. Los jóvenes no solo son agentes de cambio; también representan el futuro liderazgo de la sociedad. Aplaudo la valentía del joven santandereano William Molano al exigirle al presidente que actúe. Su participación puede llevar a un cambio significativo en nuestra cultura permisiva y lambona para los que ostentan posiciones que definen el rumbo de nuestra nación. Este nuevo despertar juvenil fomenta una ciudadanía más comprometida y educada, algo esencial para el desarrollo democrático y sostenible de esta patria mamertizada por clichés. Pero el presidente dice: "hay jóvenes viejos", cierto, aunque también “hay viejos verdes”, como él.

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