Resumen
La protagonista, Dayana, no puede dormir ni siquiera identificar su dolor. Al hablar con pacientes en el hospital se da cuenta de que su malestar proviene de ver la falta de empatía y sensibilidad en la sociedad. Encuentra consuelo en enfrentar esta tristeza.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Claudio Valdivieso
Dayana abrió los ojos antes del frustrado intento de dormirse más temprano que de madrugada, y tampoco encontró razones para levantarse o quedarse acostada. Su agotamiento era contundente, pero no lograba conciliar el sueño para descansar. Como Dayana desconocía esa sensación y tampoco tenía como diagnosticarse, mucho menos encontraría una solución en su botiquín porque allí solo tenía ungüentos para el dolor, alcohol y acetaminofén, junto a un librito de oraciones que abría cuando sus malestares estaban fuera del alcance de los medicamentos. Este librito casualmente era el más efectivo de su vademécum, aunque tampoco surgió efecto.
Salió en busca de una solución a su diagnóstico. ¡Buena pregunta! Sí desconocía lo que sentía, mucho menos encontraría el lugar indicado para curar su malestar. Dayana llegó derecho a la cafetería del hospital y tomó dos tintos para saborear sus inquietudes y sobre su cabeza apoyó las gafas de sol, sacó de bolsa el librito de oraciones y abrió su celular para buscar un diagnóstico según las palabras que coincidían con su malestar, pero no encontró nada porque ni siquiera entendía lo que buscaba.
Con astucia se ocultó en un traje de mayo y fue a visitar a unos pacientes que por supuesto desconocía. ¿Qué siente? Le preguntó a una joven que estaba recién operada de las rodillas. ¡Tristeza! le respondió. Me caí en medio de un centenar de personas y nadie ayudó. ¿Dónde quedó la sensibilidad de los humanos? ¡Esto duele mucho!
Dayana tomó nota y se acercó a otra mujer. ¿Porque está aquí? ¡Por loca! Respondió con sarcasmo, y con tristeza le dijo que la gente egoísta solo piensa en su dolor y les importa un bledo el ajeno, y sí pueden pisotearlo lo hace indolente. Entonces, ¿para qué clamarle a Dios bienestar en el alma? ¿Eso es justicia? Cada vez que protesto en defensa de la paz, el perdón, la empatía el remordimiento y resentimiento que dejan las acciones de las personas me dicen loca, y entre más busco la paz, más loca me consideran.
Muchos “seres humanos” acuden a Dios para sanar las heridas del alma, pero extrañamente, en su afán de hacerlo, su propio egoísmo y soberbia les hace olvidar la empatía, el perdón mutuo, la justicia, y por supuesto, la paz de quienes también sienten el mismo dolor. Por eso mi bata es una camisa de fuerza…
Dayana quedó conmocionada, se retiró el traje de mayo y de paso se despojó de la ira, pues finalmente encontró en la señora de la cama 460 el diagnóstico sin nombre, causado por el desconsuelo que produce la misma impotencia por la decadencia de sensibilidad humana. Salió del cubículo directo al oratorio. ¿Dónde está la coherencia?, reflexionaba Dayana ya sin ansiedad, pues ahora tenía claro la tristeza que sentía por la gente indolente que aparentaba ser buenos seres humanos, ya que esto había ganado mucho terreno en las calles y, sobre todo, qué a ella le había tomado mucha ventaja.
Dayana guardó su vademécum y regresó al cubículo 460. Liberó a la señora de la “piyama” de fuerza y cambió su librito por un abrazo de gratitud. Por nada y se quedan las dos hospitalizadas.