El fenómeno de Taylor Swift

Por: Maura Samara Suárez

Recuerdo cuando tenía doce años y el videoclip de We Are Never Ever Getting Back Together estaba en todas partes. Fue una de las primeras canciones que escuché de forma obsesiva. Recuerdo también cuando lanzó Bad Blood rodeada de todas sus amigas, algo que en ese momento parecía impensable. Recuerdo, sobre todo, cuando en 2016 la cancelaron y desapareció del espacio público, y luego el día en que lanzó Look What You Made Me Do en 2017. Taylor Swift me ha acompañado en distintos momentos de mi vida, incluso en la pandemia, cuando lanzó dos álbumes que me reencontraron con ella como adulta.

La semana pasada, Taylor Swift lanzó una docuserie en la que retrata varios momentos vividos durante The Eras Tour. ¿Quién es Taylor Swift y por qué es importante hablar de ella hoy? Con más de 18 años de carrera, debutó en 2006 en el country, transitó por el pop, el folk y el indie, y hoy, a sus 35 años, se encuentra en el punto más alto de su trayectoria. En un contexto en el que las mujeres siguen siendo cuestionadas por envejecer, por facturar, por ser ambiciosas o por ocupar demasiado espacio, Taylor cerró la gira más grande y exitosa de la historia de la música y ha sido documenta como fenómeno cultural, económico y emocional.

El impacto ha sido tan grande que incluso los economistas en Estados Unidos acuñaron el término Swiftonomics para describir el efecto económico de su gira. Hoteles llenos, vuelos agotados, ciudades enteras movilizadas. Pero hay algo aún más interesante en su éxito, Taylor no es joven, no es nueva y no es pasajera. En una industria que históricamente ha descartado a las mujeres después de los treinta, sostener una carrera exitosa durante casi dos décadas ya es un logro extraordinario. El siglo pasado, los grandes íconos del pop tenían rostro masculino: Michael Jackson, Elton John, The Beatles, Elvis Preasley. El genio, la ambición y la permanencia parecían cualidades reservadas a los hombres.

Las mujeres llegaron después. Britney Spears, Spice Girls, Madonna irrumpieron como fenómenos globales, pero fueron consumidas rápido, premiadas poco y respetadas menos. No eran consideradas genias, sino productos y no construían legado, eran moda. Muchas pagaron ese éxito con su salud, su privacidad y su credibilidad.

Por eso es importante decirlo con claridad, Taylor Swift nació en la época correcta, después de que artistas como Cher, Shakira, Britney y Beyoncé abrieran la puerta del pop femenino. Demostraron que una mujer podía dominar escenarios globales y construir identidad artística. Taylor no apareció de la nada, apareció cuando ya era posible llegar, aunque todavía no fuera fácil quedarse. Y ella se quedó.

Pero quedarse tiene un costo. En The Man Taylor pone en palabras algo que muchas mujeres reconocen, el éxito femenino no despierta admiración automática, despierta sospecha. Hay una cantidad desproporcionada de odio hacia ella por sus logros. En las mejores épocas de Michael Jackson nadie dudaba de su talento solo porque no le gustara su música. A él no se le exigía justificar sus récords. Taylor Swift, en cambio, lleva años siendo cuestionada por todo. Por ganar demasiado. Por escribir sobre su vida. Por ocupar demasiado espacio. Y se evidencia incluso en los ataques públicos de figuras como Donald Trump.

Taylor Swift incomoda porque rompe una regla no escrita, una mujer no solo llegó, sino que duró, creció y superó. Y no pidió permiso. Por eso Taylor me inspira. Porque lo que logró no fue de la noche a la mañana. Fue trabajado, resistido y construido en un mundo dominado históricamente por hombres. Taylor demostró que se puede llegar, aunque sea más duro, más trabajoso y complejo.