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El sicario

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Resumen

El artículo aborda el resurgimiento del sicariato en Colombia, destacando cómo este fenómeno está intrínsecamente ligado a estructuras más amplias de violencia como el narcotráfico y grupos armados, afectando a todos los niveles de la sociedad y creando un clima de miedo.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Por: Doris Ortega Galindo*

“Cuando el joven sicario Wilmar mata al conductor del autobús que escuchaba a todo volumen vallenatos, la concatenación causal ‘ruido mediático - muerte’ se cifra en estas líneas: “El radio, sin dueño, siguió cantando por él en su memoria los vallenatos que aquí se están volviendo ritmo de muertos”, fragmento del libro ‘La virgen de los sicarios’, de Fernando Vallejo, 1994.

Pareciese que, en Colombia, en estos momentos estuviésemos viendo de nuevo una película de terror, que creíamos que su escena más cruenta ya había terminado, pero por desgracia seguimos siendo espectadores de una realidad que se ancló en nuestro país como un barco fantasma en el mar de nuestra cotidianidad. Me refiero con profundo dolor y consternación a la arremetida, que estos últimos años, ha tenido el sicariato en nuestro país.

El término ‘sicario’ proviene del latín sicarios, que significa ‘asesino’, y tiene su origen en la Antigua Roma. En aquella época, los sicarios eran miembros de un grupo extremista judío llamado ‘Sicarios de Masada’. Estos individuos se oponían a la ocupación romana y mataban a los colaboradores romanos y sus seguidores para liberar a su pueblo.

Uno de los conceptos que encontré más acertados acerca del fenómeno del sicariato en Colombia, es el utilizado por Ángela Rengifo, en su obra ‘El Sicariato en la literatura colombiana’: “El sicariato es un fenómeno que se trasciende a sí mismo; se encuentra ligado a estructuras más grandes de violencia como el narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, el Estado y las redes urbanas para ‘ajuste de cuentas’, a las que recurren tanto las clases bajas como altas”.

De la definición anterior podemos vislumbrar un ‘portento’ demasiado complejo, que nos ha vuelto a colocar como sociedad en la palestra pública de la comunidad internacional. Aquí no se ‘respeta pinta’ y se han ejecutado desde fiscales extranjeros, pastores evangélicos hasta amas de casa y niños.

Algunos estudiosos del tema lo plantean como un síntoma social que surge de una nación debilitada por la falta de oportunidades y un sistema administrativo-judicial que no ofrece herramientas suficientes, para la prevención y sanción ejemplarizante a los autores materiales y determinadores de estos actos criminales. No obstante, hay otros que asimilan al sicariato con el terrorismo, cuyo objetivo principal es mantener el miedo constante en la población.

El sicario no solo arrebata la vida de su objetivo directo, también la de la familia y amigos de su víctima. ¿Pero acaso un asesino a sueldo tiene una vida? Es difícil responder a esa pregunta sin caer en el terreno de lo patológico, espiritual o kármico; pero como lo contempla el evangelio de Mateo en el Capítulo 26, versículos 51-52, “el que a hierro mata, a hierro muere”. *Abogada.

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