En Santander, 7 de cada 100 mujeres que viven en el campo no saben leer ni escribir
Resumen
Las mujeres rurales en Santander enfrentan brechas educativas significativas; un 9% no sabe leer ni escribir, en contraste con el 2.7% de la población urbana. La falta de infraestructura y apoyo estatal exacerban la desigualdad en el acceso a la educación.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Las brechas educativas de las mujeres rurales en Santander siguen enfrentando grandes desafíos. Estos persisten por contrastes en el acceso, la permanencia, la calidad y el rendimiento académico, así como dificultades relacionadas con la infraestructura de los colegios, la disponibilidad tecnológica y el apoyo del Estado.
De acuerdo con ONU Mujeres, las mujeres de estas zonas representan la cuarta parte de la población mundial. No obstante, persisten los desafíos en pobreza y desigualdad. Así lo evidencia el índice de analfabetismo que registra el país, una realidad de la que Santander tampoco es ajeno.
Según reveló el Observatorio de Mujeres, Equidad de Género y Sociedad (OMEGS) a través del boletín Género y territorio: brechas educativas de las mujeres rurales en Santander realizado por la Universidad Industrial de Santander en alianza con la Gobernación de Santander, para el 2022, 9 de cada 100 mujeres mayores de 15 años que viven en el campo, no sabían leer ni escribir, frente al 2,7 % de la población que vive en áreas urbana. Santander también registra un comportamiento marcado.
En las zonas rurales, la tasa de analfabetismo es del 7,6 % para los hombres y el 6,7 % para mujeres; mientras que en el área urbana la tasa de analfabetismo no supera el 3% para los dos géneros.
Este estudio es elaborado por los Grupos de Investigación Población, Ambiente y Desarrollo, GPAD, y Economía Aplicada y Regulación, EMAR.

“Al desagregar la información, resulta pertinente examinar la tasa de analfabetismo en mujeres rurales según grupos de edad, con el fin de identificar las cohortes más afectadas. En el 2024, en el grupo de mujeres de 15 a 28 años, la tasa de analfabetismo es más del triple en zona rural que en urbana. Entre las mujeres mayores de 60, en zona rural esta tasa también triplica la urbana, con el agravante de que su incidencia es mucho mayor: el 21,2% de las mujeres rurales no sabe leer ni escribir, frente a un 6,4% de mujeres en zonas urbanas”, precisa el informe del Observatorio.
Además, insisten que para reducir el índice de analfabetismo en las mujeres rurales implica transformar sus condiciones de vida, las de sus familias y las de sus comunidades, pues potencia sus capacidades, promueve su autonomía y les permite ejercer mayor control sobre su entorno.
Del total de mujeres que viven en la zona rural del departamento, más de la mitad no logran culminar el bachillerato. Solo el 46 % estudian la primaria, mientras que el 36 % cursan hasta la media. Los niveles superiores son poco frecuentes en ellas, solo 2 de cada 100 logran terminar la universidad y únicamente el 1 % tiene un posgrado.
En contraste, en el área urbana se presenta un panorama más favorable, el 74% de las mujeres superan la primaria y secundaria, avanzando hacia niveles educativos más altos como la media, la técnica, la tecnológica, la universitaria o el posgrado. Cerca de 20 de cada 100 mujeres terminan la universidad y el 6% de todas las mujeres ubicadas en el área urbana de Santander alcanzan su posgrado.
Por edades, el panorama sigue siendo alarmante. En el 2024, según el informe, el 21,2 % de las mujeres mayores de 60 del campo eran analfabetas frente a un 6,4 % de mujeres en zonas urbanas.

“Resulta relevante analizar, además de las brechas en la tasa de analfabetismo, el nivel educativo alcanzado por las mujeres, como un reflejo de las oportunidades y limitaciones que enfrentan en su proceso académico de manera diferencial. El indicador del nivel de escolaridad alcanzado permite identificar la proporción de personas según su máximo nivel educativo alcanzado, evaluar el acceso de los distintos grupos poblacionales a la educación y proporciona un diagnóstico de la población que debe ser beneficiaria de políticas educativas”, dice el Observatorio.
Desafíos estructurales
La alta dispersión de los territorios, largas distancias entre los centros educativos y los hogares, las condiciones socioeconómicas y la insuficiente infraestructura física y tecnológica, son aspectos que se convierten en desafíos estructurales para acceder a la educación.
Además, los registros evidencian que los hombres abandonan con mayor frecuencia el colegio que las mujeres, lo cual puede estar relacionado con roles socialmente asignados según el género. De acuerdo con el Ministerio de Educación Nacional, en 2023 la tasa de deserción intra-anual de los hombres rurales en Santander fue de 4,60%, cifra superior a la de las mujeres rurales (3,5%).
Según la Encuesta de Calidad de Vida (ECV) del Dane, las razones para no asistir al sistema educativo difieren entre hombres y mujeres. En el caso de ellos, el 56,6 % informa que debe hacerlo por la necesidad de trabajar, mientras que para ellas las barreras son la responsabilidad de los oficios del hogar, con un 31,9 %, seguida del embarazo, que representa el 11,8 %.
Según el informe del Observatorio, la tasa de cobertura rural, en función del género, evidencia que los hombres superan a las mujeres en primaria y secundaria, pero en la media son las mujeres las que alcanzan una cobertura más alta con respecto a los hombres.
Imagen de la gráfica de la tasa de analfabetismo de mujeres en Santander por edades
No obstante, e l OMEGS recalca que si bien, existen avances significativos en la reducción del analfabetismo para las mujeres rurales en Santander, resulta necesario implementar políticas públicas educativas que permitan incrementar el nivel de estudios alcanzados.
“Una mujer rural con mejores niveles de educación es un eje transformador no solo de sus propias condiciones de vida, sino las de sus familias y comunidades. El reto no es menor, el aumento en los niveles educativos en zonas rurales requiere de inversión en infraestructura y conectividad, ampliación de la oferta educativa, formación y capacitación docente, contextualización del currículo y continuidad educativa”, concluye el Observatorio.