Encuesta causa tensión en las campañas presidenciales
Resumen
La encuesta de noviembre por Invamer muestra que Iván Cepeda Castro lidera la intención de voto debido a su consolidada alianza de izquierda. Sin embargo, la historia política de Colombia sugiere que las cifras actuales no predicen resultados definitivos en elecciones.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
La encuesta de noviembre realizada por la firma Invamer es paradójica porque entrega una imagen clara y engañosa al mismo tiempo, debido a que Iván Cepeda Castro aparece en la medición al frente de la intención de voto, pero la aritmética política y la historia reciente del país recuerdan que las cifras no definen destinos.
Cabe recordar, y recalcar, que los sondeos ofrecen un mapa de sensibilidades electorales, no un veredicto definitivo. Cepeda concentra gran parte del voto de izquierda y obtiene una ventaja temprana porque su alianza ideológica se consolidó antes que las demás.
Ese hecho le otorga ventaja estratégica, pero también lo expone a un desafío distinto, que es el de transformar adhesión previa en capacidad de atraer votantes más allá de su base natural.
Los partidos de centro y la derecha aparecen fragmentados en una larga lista de aspirantes que comparten electorado y diluyen oportunidades cuando la coalición no existe por completo.
La historia muestra que la política colombiana registra, con insistencia, cambios bruscos entre noviembre y la fecha de votación. Episodios pasados confirman que muchas candidaturas emergen desde posiciones marginales y que varios liderazgos tempranos pierden impulso.
De igual forma, hay casos donde la ventaja persistió hasta la victoria. La lección útil consiste en valorar la estructura del apoyo, no sólo el porcentaje. En ese sentido las consultas de marzo representan un punto de inflexión que definirá alianzas, recursos y músculo territorial.
En este momento, la encuesta de Invamer causa tensión en las campañas presidenciales, pero aquí es primordial proyectar que hay consultas previstas y que se puede dar una única que reúna al centro y la derecha, esto cambiaría el mapa político y obligaría a una convergencia inédita de aparatos partidistas y liderazgos.
Esa fórmula requiere confianza recíproca y reparto de poder que hoy no se aprecia con claridad. Alternativamente, consultas separadas activarían la maquinaria partidista para obtener escaños en el Congreso y, de paso, producir ganadores con respaldo logístico verificable.
La manera de competir en las primarias de marzo y la gestión de errores públicos marcarán el grado de confianza que cada aspirante consiga hasta el reto de mayo. También importan las decisiones tácticas sobre participar o no en consultas, pues entrar a votaciones internas puede fortalecer legitimidad o activar desgaste.
El diagnóstico final es inequívoco. La encuesta, que puso a tambalear candidatos y partidos, sintetiza un momento, no un futuro. Es sabido, dentro de la dinámica electoral que el calendario político, las consultas y la movilización de partidos cambiarán la escena con rapidez.
Para la votación del 31 de mayo de 2026, les corresponde a partidos, y líderes debatir programas, exigir honestidad, transparencia y juego limpio, pues el reto es la reconstrucción democrática, económica, política y jurídica de la Nación, con acciones reales y no apalancarse en el ruido generado por las encuestas.