Resumen
El autor detalla un encuentro con el expresidente Pastrana en Nepal, y reflexiona sobre la crisis política en Myanmar y su relevancia para Colombia. Critica a los líderes que buscan ser laureados internacionalmente, pero ignoran las realidades complejas en sus propios países.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En diciembre de 2018 me encontraba en Katmandú con mi esposa preparándonos para caminar por los Himalayas. Estábamos en Thamel, un distrito comercial en la capital nepalí, cuando una fila de militares acordonó la calle principal y una comitiva de varias personas caminando tranquilamente, observando, comprando y sonriendo, pasó frente a los comerciantes y turistas que mirábamos intrigados. Para sorpresa nuestra, uno de los que se encontraba en esa comitiva era el presidente Pastrana.
A pesar de nunca haber sido admirador ni partidario del exmandatario, sentía un gran respeto por su humanidad y carácter. Le grité desde lejos: "¡PRESIDENTE PASTRANA!", a lo que el hombre respondió sorprendido: "Sí, señor". Él iba con un grupo de diplomáticos de Turquía y de Myanmar, y nos contó que estaba en la Cumbre de Asia Pacífico. Nosotros les compartimos que antes de llegar a Nepal estuvimos un mes en Myanmar y una de las delegadas de ese país agradeció que los hubiéramos visitado, dado que apenas hacía 5 años se habían abierto sus fronteras al turismo. Sabíamos del conflicto en la frontera con Bangladés, pero no adentramos en el tema por prudencia. El presidente nos dijo que Aung San Suu Kyi, la Nobel de la Paz y heroína caída en desgracia en el 2019, también había asistido y la puso como ejemplo para una verdadera paz en Colombia. Hoy no se puede visitar Myanmar.
La antigua Birmania había sido controlada por los militares durante décadas, y solo hasta el 2016, cuando "La dama" se convirtió en líder de facto en su país tras una apertura democrática, todo el mundo pensó que Myanmar continuaría por esa senda. Pero los problemas para Suu Kyi comenzaron ahí mismo. Ella, incansable defensora de su pueblo, fue condenada internacionalmente por su silencio ante el aparente genocidio de los rohinyá al norte. "No soy una madre Teresa", diría tras las acusaciones de limpieza étnica de la minoría musulmana. Más adelante también la sentenciarían por decir que el término "limpieza étnica" era demasiado fuerte para lo que en realidad ocurría. Lo cierto es que el desplazamiento de los musulmanes hacia Bangladés superaría las setenta mil almas.
No obstante, a pesar de negar las acusaciones de genocidio y buscar soluciones al conflicto, otros premios Nobel de la Paz, incluido el traidor de Santos que sonreía en su nuevo club, la encararon por esas palabras ignorando la realidad de la nación. En Birmania el ejército opera independientemente del gobierno y nada de lo que ella dijera o propusiera podría cambiar ese conflicto. Pero como esos Nobeles de la Paz levitan, no dijeron nada cuando, en la mañana del 1 de febrero del 2021, el Tatmadaw (FF.AA.) declaró el estado de emergencia y manifestó que el poder recaería en el comandante en jefe, Min Aung Hlaing. El presidente Win Myint y la consejera de Estado Aung San Suu Kyi fueron detenidos, junto con los ministros, sus diputados y miembros del Parlamento.
En Colombia, todo parece indicar que Gustavo Petro entiende la dinámica para ser laureado internacionalmente. Sabe que hablar de cosas bonitas es mejor que actuar con principios. Tal cual lo hizo Juampa. Mi mundo nunca podrá ser el del oportunismo mezquino mientras se lucha por sobrevivir esperando la justicia. Su mundo, quizás, sea el que se maquilla en las historias, aun sabiendo que son ficciones injustas con los verdaderos protagonistas. No podemos dejar meter una constituyente, tampoco esperar que las FF.AA. sean los jueces en las trampas del gobierno.
Aun así, si este país está condenado a la desgracia, como Myanmar, solo espero que el Atlético Bucaramanga salga campeón y nuestra suerte al fin cambie.