Entre la guía y la libertad
Resumen
Elegir una carrera es una decisión cargada de ansiedad y presión. Debemos encontrar un equilibrio entre la libertad de seguir nuestras pasiones y el consejo de nuestros padres para evitar frustraciones futuras y lograr una elección que realmente nos llene.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Elegir una carrera universitaria es una de las decisiones más importantes que enfrentamos los jóvenes, y también una de las más cargadas de ansiedad. Durante todo el año de once sentimos que el tiempo se nos acaba: el colegio está por terminar, las matrículas se acercan y pareciera que ya deberíamos tener una respuesta definitiva sobre qué estudiar. La presión no solo viene de los padres, también de los profesores, los amigos y hasta de la familia extendida. El tío que pregunta en cada reunión, la abuela que insiste, los conocidos que no dudan en decir "Y tú, ¿qué vas a estudiar?"
Por: Loren Sofía Cuello
Y ahí estamos nosotros, con miedos, incertidumbre y la sensación de que todos esperan que tengamos claridad, justo en el momento en el que más confundidos nos sentimos. A esa presión se suma algo más difícil de manejar: ver a algunos de nuestros amigos, con quienes compartimos toda la vida escolar, ya seguros de lo que van a estudiar. Parece que lo tuvieron claro desde siempre, mientras uno sigue atrapado en dudas. Esa comparación aumenta la ansiedad y hace sentir que vamos atrasados o que algo está mal con nosotros. Lo cierto es que cada persona tiene su propio ritmo para descubrirse y no hay nada malo en tomarse más tiempo para elegir. Sin embargo, en muchos hogares esta elección se convierte en un campo de batalla: padres que quieren un "futuro seguro" para sus hijos, y estudiantes que sueñan con dedicarse a aquello que realmente los apasiona.
Aunque los padres buscan siempre nuestro bienestar, muchas veces imponen expectativas que no corresponden con nuestros intereses y ahí comienza el conflicto. En ocasiones proyectan en nosotros los sueños que no pudieron cumplir o eligen lo que creen más seguro para nuestro futuro. Sin embargo, estudiar una carrera sin pasión puede convertirse en una carga que nos acompañe toda la vida: trabajar en algo que no amamos desgasta, frustra y apaga la motivación.
Tengo la fortuna de no sentir esa presión en mi vida. Mis padres me han dado la libertad de pensar, equivocarme y cambiar de idea. Pero, sobre todo, me han permitido escucharme a mí misma. Y es en esa libertad donde entendí que lo que estudie será lo que me acompañe durante toda mi vida. Creo firmemente que los hijos debemos ser libres para elegir lo que nos apasiona, pero también ser responsables con esa libertad. Lograr un equilibrio no es fácil. Por un lado, queremos libertad para decidir, pero al mismo tiempo sentimos que cualquier consejo de nuestros padres es presión. Quizás el verdadero reto está en aprender a escucharlos sin perder nuestra voz.
Los padres nos dan perspectiva, experiencia y, a veces, una mirada más realista de la que nosotros tenemos en medio de tantos temores. Pero también necesitamos escucharnos a nosotros mismos: reconocer qué nos apasiona, imaginar en qué nos vemos trabajando en unos años y no decidir solo por modas, por presión social o por miedo al fracaso.
El riesgo de una elección forzada es real: carreras abandonadas, jóvenes frustrados y sueños aplazados. Para que al final, ni los padres se sienten satisfechos ni los hijos felices. Arriesgarnos a elegir lo que realmente queremos puede producirnos miedo, y es normal sentir ansiedad al pensar si seremos capaces. Pero la confianza en nosotros mismos se construye precisamente dando el paso: atreviéndonos. Intentándolo.
Lo peor que puede pasar es descubrir que no era lo nuestro y rectificar el camino. Lo mejor es encontrar la satisfacción de estudiar y vivir de aquello que en verdad nos llena. Hay estudiantes que, contra todo pronóstico, brillan en aquello que sus padres nunca imaginaron.