Estudiantes del Instituto Politécnico de Bucaramanga compitieron en mundial de robótica
Resumen
Estudiantes del Instituto Politécnico de Bucaramanga se destacaron al ocupar el puesto 45 en el mundial de robótica en Dallas, siendo el mejor resultado de Latinoamérica. Lo lograron sin apoyo estatal, enfrentando retos económicos y destacando en igualdad de género.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En entrevista exclusiva para EL FRENTE, Argemiro Villamizar Gamboa, docente de tecnología informática y director del Club de Robótica del Instituto Politécnico de Bucaramanga, relató la experiencia vivida en Dallas, Estados Unidos, donde un grupo de estudiantes participó en una de las competencias de robótica industrial más exigentes del mundo.
“Viajamos nueve personas, entre estudiantes, la rectora y yo como profesor”, explicó Villamizar. El evento, considerado un campeonato de “robótica extrema”, exigía a los participantes superar varias fases que iban desde la concepción del proyecto hasta su ejecución en competencia.
“Hay una fase de diseño, de construcción, de programación y de ejecución. En cada una se analizan los procesos con una tipología científica. Los niños llevan un cuaderno de ingeniería, en el que tienen que empezar con una pregunta problematizadora, plantear hipótesis, aplicar el método científico e incorporar conocimientos de física, química, matemáticas, interpretación de lectura, todo de manera transversal”, señaló el docente.
De los 2.200 equipos participantes provenientes de 70 países, el Politécnico ocupó el puesto 45 en su división, convirtiéndose en el mejor equipo de toda Latinoamérica. “Se presentó Brasil, Bolivia, Paraguay, México y nosotros. Los otros equipos de Latinoamérica no participaron porque no clasificaron”, indicó con orgullo.

Villamizar considera que el mayor reconocimiento fue haber representado a Colombia y haber logrado el mejor puesto en la historia del país en esta competencia. “Ningún equipo de Colombia había llegado al lugar 45. El máximo había sido el colegio San Pedro en el puesto 50, y nosotros lo superamos. Estuvimos en el límite de las semifinales. Es un logro gigante y fuimos reconocidos como un colegio público de vanguardia en procesos de robótica”, expresó.
Un elemento diferenciador fue la inclusión de niñas en el equipo. “Incorporamos tres niñas en la pista. La mayoría de los equipos tenían una niña, o algunos, ninguna. El porcentaje de niñas en la robótica es muy bajo a nivel mundial. Nosotros aportamos un porcentaje altísimo”, destacó.
La experiencia estuvo llena de retos técnicos y logísticos. “El proceso es aleatorio. Un software selecciona los equipos que participan en cada modalidad y también crea alianzas. Uno puede estar aliado con China o con Alemania. Luego viene la parte estratégica: hay que ir a hablar con las alianzas, plantear estrategias en el momento, con equipos que uno no ha visto nunca”, explicó.

Ausencia total del apoyo estatal
El esfuerzo económico fue otro gran desafío. “La robótica extrema es costosa. El viaje costaba entre 40 y 45 millones. Con actividades como venta de mangos, donas y rifas solo logramos recaudar cerca de 3 millones. Entonces recurrimos a exalumnos y a mi familia, que organizó un concierto con todo donado. El colegio también aportó 15 millones, lo cual es significativo para una institución pública. Además, exalumnas nos ayudaron desde Estados Unidos con hospedaje y transporte”, narró Villamizar.
Sin embargo, el apoyo gubernamental fue nulo. “Cero. No tuvimos apoyo en recursos ni de la Alcaldía, ni de la Gobernación, ni de la Nación. Fuimos desconocidos. Enviamos cartas y documentación mostrando que es un proyecto estructurado que construye tejido social, pero no hubo respuesta”, lamentó. Incluso el trámite de visas fue difícil. “La Alcaldía asignó a una persona, pero el proceso fue infructuoso. Tuvimos que buscar ayuda por fuera, con un abogado de derechos humanos que logró acelerar las citas”, dijo.
Uno de los estudiantes que hace parte del club de robótica es Santiago Carvajal Herrera, quien con apenas 15 años demuestra temple, liderazgo y dominio técnico. “Mi rol en el equipo es el programador, persona que codifica el código que da instrucciones al robot para que haga ciertas tareas, nosotros trabajamos en el lenguaje C++, en el programa Visual Studio Code, utilizando la plantilla de pros”, contó.
Hay que recordar que, en un partido hay dos momentos, el autónomo y el driver. “En el autónomo, el robot es totalmente autónomo, y el programador tiene que programar lo que va a hacer el robot en ese momento, tenemos un sensor giroscópico, el cual nos ayuda a medir los grados del robot cuando gira en su propio eje; también disponemos de un sensor que se llama encoder, que está dentro del motor”, relató el estudiante.

Sobre la preparación, destacó el nivel de exigencia: “Tardamos aproximadamente ocho meses en construir el robot, desarrollando varios prototipos cada vez que identificábamos un error tras alguna modificación. Todo lo registrábamos en una bitácora, que es el cuaderno de ingeniería que evalúa la competencia. En total, elaboramos alrededor de cinco prototipos. Cada uno tenía sus ventajas y desventajas, y nuestro proceso se basó en la prueba y error. Íbamos evaluando qué opciones nos favorecían y cuáles debíamos descartar o reemplazar”, explicó.
Para Santiago, “el mayor reto fue desarrollar un sistema llamado Lady Brown. Este consiste en dos barras controladas por un motor, que permiten que el robot se expanda hasta 120°. Gracias a este sistema, el robot puede colocar las donas en la estaca alta. Además, el programa también permite que el robot se cuelgue de una escalera. Fue uno de los sistemas más complejos, ya que cometimos varios errores y constantemente teníamos que hacerle modificaciones y ajustes”, explicó.
El chico aprovechó para enviar un mensaje: “Creo que la juventud debería involucrarse en la robótica, y pueden hacerlo desde sus casas. Pueden empezar viendo videos en YouTube o tomando cursos gratuitos, como los que ofrecen Microsoft y Google. El mundo de la robótica es muy amplio y maravilloso porque permite ampliar conocimientos y desarrollar el pensamiento cognitivo”, concluyó.
Con la mirada puesta en el futuro, el Instituto Politécnico continúa desarrollando proyectos de alto impacto como una compostadora industrial con sensores y una mano robótica que replica movimientos humanos. “Hace dos años ganamos el premio a la innovación tecnológica con un robot de exploración para espacios siniestrados, que transmite imágenes por sensores a cualquier parte del mundo en tiempo real. Le ganamos a universidades como la UIS y la Cardiovascular”, contó el profesor.

Invitación al sector privado y la comunidad
Villamizar hizo un llamado directo a las instituciones gubernamentales. “Primero, que tengan monitoreo. No saben que aquí hay un proyecto estructurado de programación y robótica capaz de competir con colegios élite a nivel mundial. Pero estamos en un bucle cerrado, autoalimentándonos y autocapacitándonos”, advirtió.
Y añadió con firmeza: “Quiero invitar a toda la comunidad, no solo a las entidades gubernamentales, sino también a la sociedad en general, especialmente a la empresa privada, que lamentablemente no apoya lo suficiente. Los invito a que incluyan estos apoyos en sus agendas, para respaldar a grupos de niños investigadores, quienes están formando una sociedad con valores, educada, con una cultura diferente y enfocada en la producción y el desarrollo, en lugar de la delincuencia”, propuso.
Por otra parte, Sara Juliana Jiménez Camargo, estudiante de décimo grado y parte fundamental del equipo, compartió su experiencia y reflexiones sobre este proceso que ha marcado un antes y un después en su vida académica y personal.

Sara, con apenas 14 años, hizo parte en la construcción del robot. “Yo fui constructora junto con mis compañeros, verificando cada mecanismo que construíamos y garantizando su mejor funcionalidad”, explicó. Además, fue responsable del cuaderno de ingeniería, donde documentaron meticulosamente cada paso en el diseño, la programación y el modelado 3D. Este cuaderno fue clave para optar al premio a la excelencia, considerado el más difícil de ganar a nivel nacional, internacional y mundial.
Sobre la emoción de lograr el viaje a Estados Unidos, la chica comentó: “Hasta hace dos semanas no teníamos garantizado el viaje, pero, gracias a Dios que se pudo dar la oportunidad con el esfuerzo de los papás, la rectora y las personas egresadas del colegio”. Recalcó el trabajo colectivo con rifas, ventas y la colaboración constante de padres y profesores. “Jamás olvidaron que existía la robótica y que existían niños que querían cumplir un sueño de ir al mundial”, agregó.
Una vez en suelo estadounidense, la competencia se tornó más desafiante. “El nivel es mucho más alto”, admitió la joven. “Son equipos que han trabajado igual que nosotros, sin embargo, ellos han ido a más competencias, han tenido más recursos, y tienen más implementos en el robot”. Sin embargo, para Sara, la experiencia fue única: “Los nervios y la emoción que sentíamos se sentía muy especial porque hemos clasificado cinco veces consecutivas, no habíamos podido ir, pero como se dio esa oportunidad fue maravilloso para nosotros vivir la experiencia”.

Igualdad de género en la robótica
Sobre el papel de la mujer en la robótica, destacó con orgullo la equidad y el respeto que ha encontrado en su equipo: “Considero que podemos realizar iguales tareas como nuestros compañeros, porque tenemos la misma inteligencia y capacidad. También somos personas que pensamos mucho las cosas para perfeccionarlas”.
La estudiante también hizo un llamado a las instituciones para que apoyen la tecnología en colegios públicos: “Son procesos que valen la pena, porque a mí me queda este recuerdo inolvidable de haber ido a un mundial. Se vuelve parte de mi proyecto de vida”. Destacó la perseverancia y el esfuerzo colectivo del equipo: “No renunciamos a esta idea con mis compañeros, seguimos y pudimos viajar”.
Respecto al aprendizaje adquirido en la experiencia internacional expresó: “Conocí personas de diferentes culturas, diferentes idiomas y estrategias. En la competencia, era necesario conversar con la alianza y conectar con el robot para realizar la mejor estrategia. Nos llevamos rapidez para entender ideas y transmitirlas, incluso en otro idioma”. Además, resaltó el trabajo en equipo entre quienes pudieron viajar: “Nos apoyamos mutuamente para no sentir nervios y seguir adelante juntos”.

Por su parte, Flor Alba Casadiego Ardila, rectora del Instituto Politécnico, destacó el impacto de la robótica en la institución desde su creación hace siete años. “nació como un proyecto llamado Club de Robótica”, relató. El proyecto fue impulsado por el profesor Argemiro, quien gestionó la donación de los primeros robots. “El colegio no solamente era reconocido por diseño y confección, sino que con la robótica le dimos un enfoque diferente y se empezó a mirar la institución desde otra forma”.
Casadiego destacó los logros alcanzados en este tiempo: “Hemos sido campeones nacionales obteniendo pases al mundial”. Asimismo, la rectora valoró el compromiso de los padres para apoyar el proyecto, pues la institución carece de las fuentes para financiar eventos internacionales. “El profesor hizo reuniones constantes con padres de familia para crear compromisos y conseguir los recursos. Son padres que hacen muchas actividades extras para apoyar a sus hijos”, aseguró.
Para Flor Alba, la robótica es un valor agregado esencial para la institución: “Le dimos un enfoque moderno y ampliamos nuestra oferta educativa”. Además, el colegio está articulado con el Sena y las Unidades Tecnológicas de Santander, lo que facilita a los estudiantes avanzar en carreras técnicas o universitarias.

Finalmente, la rectora envió un mensaje claro a otros directivos: “El papel del rector es apoyar a los maestros con ideas, esos proyectos que requieren tiempo y dedicación extra. Si uno como rector no apoya, esos proyectos no nacen ni avanzan”. Y concluyó: “Hemos alcanzado reconocimiento a nivel municipal y nacional, y seguiremos avanzando para dar más oportunidades a nuestros estudiantes”.