Heredero en el Balcón de las Estrellas: un mural que honra la música, el arte y las raíces campesinas
Resumen
Un mural en Macaravita, Santander, titulado “Heredero en el Balcón de las Estrellas”, honra al músico Heredero, ícono de la música campesina. Creado por artistas locales liderados por el profesor Hender Moreno, es un símbolo de memoria cultural y orgullo regional.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)En Macaravita, un pequeño municipio enclavado en la provincia de García Rovira, Santander, la memoria se pinta con colores vivos y rostros que miran al cielo. Allí, a tan solo una cuadra del parque principal, en la fachada de la tienda y centro turístico “Brisas del Nevado”, se levanta una obra de arte que no solo embellece el espacio, sino que inmortaliza a uno de los referentes más queridos de la música campesina en Colombia: Heredero.
Un tributo desde la tierra natal
El mural, titulado “Heredero en el Balcón de las Estrellas”, fue realizado por un equipo de artistas con raíces en la Universidad Industrial de Santander (UIS), sede Málaga. Liderados por el profesor Hender Moreno, docente de artes plásticas y urbanas, los estudiantes Jaime Manrique, del programa de Derecho, y Julián Quintero, de Ingeniería Forestal, unieron su talento y compromiso con la cultura regional para materializar esta idea. A ellos se sumó la artista plástica Kether Castillo, figura reconocida en el arte visual de la región.
Durante tres intensas jornadas de trabajo, estos artistas no solo pintaron una imagen: construyeron un símbolo. En sus palabras, se trató de una experiencia que trascendió la técnica para convertirse en un acto de memoria colectiva y orgullo cultural. El mural representa dos retratos del artista, acompañado de su inseparable tiple, todo enmarcado por un cielo estrellado que evoca la constelación de Libra, signo zodiacal de Heredero, y una vista al imponente Nevado del Cocuy.
El arte como herramienta de memoria
Para el profesor Hender Moreno, la obra tiene un sentido profundo y simbólico: “Es un reconocimiento a un artista que, con su tiple y su esencia, ha logrado llevar la música de la tierra a lo más alto, compitiendo con los sonidos comerciales y demostrando que nuestras raíces también suenan fuerte”, afirmó.
Este mural no es solo una intervención estética; es una declaración. En un mundo donde las expresiones culturales locales luchan por mantenerse vigentes ante la hegemonía de lo global, el homenaje a Heredero es una afirmación de identidad. Su música, profundamente arraigada en las tradiciones campesinas de la región, se convierte así en patrimonio, en legado, y ahora también en imagen permanente en las paredes de su tierra natal.
Una construcción colectiva
Lo que hace aún más valiosa esta obra es su carácter comunitario. No fue un trabajo aislado ni exclusivo de los artistas. Fue una experiencia compartida. Mientras las brochas pintaban los trazos del mural, las historias de la comunidad también se entrelazaban en la composición. Relatos, anécdotas y emociones se mezclaron con los colores.
Julián Quintero, uno de los estudiantes participantes, lo expresa con claridad: “El arte deja huella, cuenta historias y recoge los relatos que nos compartía la comunidad mientras pintábamos. Es un gesto de reconocimiento a quienes construyen desde la música y el arte, una semilla para que los demás jóvenes crean que los sueños se pueden lograr”.
Esta afirmación refleja una visión transformadora del arte: no solo como producto final, sino como proceso participativo y como herramienta de inspiración. En Macaravita, cada pincelada fue una conversación, una memoria compartida, una reafirmación del poder que tiene la cultura para vincular a las personas con su historia.
Un muro que habla de identidad
Para Luis Alejandro Toscano Arismendi, dueño de la casa donde fue pintado el mural, ceder la fachada fue una forma de rendir tributo no solo al artista, sino al valor del arte urbano como vehículo de expresión comunitaria. “Quisimos sumarnos porque amamos el arte urbano y porque Heredero es un paisano que lleva con orgullo el nombre de Macaravita. Esperamos que este mural inspire a más jóvenes a ver en el arte una forma de expresión y de identidad”, señaló.
Y es precisamente eso lo que logra el mural: habla de un pueblo que honra a sus artistas, de un territorio que reconoce en sus hijos a sus mayores orgullos, de una comunidad que encuentra en el arte una forma de proyectarse y de resistir al olvido.
La UIS y su compromiso con el arte regional

Este homenaje también evidencia el papel fundamental que desempeñan las instituciones educativas en el fortalecimiento del tejido cultural. La UIS, a través de su sede en Málaga, no solo forma profesionales en diferentes disciplinas, sino que también fomenta proyectos de impacto social que consolidan la identidad y la memoria de las comunidades rurales.
La participación de estudiantes de Derecho e Ingeniería Forestal en un proyecto artístico demuestra que el arte no tiene fronteras disciplinares. Al contrario, su poder reside precisamente en su capacidad de integrar, de reunir saberes y emociones en torno a causas comunes.
El maestro Hender Moreno, quien ha liderado diversas intervenciones artísticas en la región, destaca que este tipo de iniciativas permiten a los estudiantes explorar otras formas de relacionarse con sus comunidades, entender el territorio desde una mirada sensible y contribuir a la construcción de ciudadanía cultural.
Una obra que trasciende el tiempo
El mural “Heredero en el Balcón de las Estrellas” es mucho más que una pintura en una pared. Es un acto de justicia poética y cultural. Es la manera en que un pueblo agradece a su artista por haber llevado su voz, sus ritmos y su esencia a otros rincones del país. Es también una invitación a mirar con otros ojos las manifestaciones locales, a valorar el arte campesino y a entender que detrás de cada canción tradicional hay una historia de resistencia, de amor por la tierra y de profunda sensibilidad.
En tiempos en los que la memoria corre el riesgo de desvanecerse en medio del vértigo digital y del consumo acelerado, este tipo de homenajes se vuelven necesarios. Nos recuerdan que cada comunidad tiene sus héroes culturales, que cada región es cuna de talentos y que las paredes, cuando se usan con conciencia, pueden hablar más alto que cualquier discurso.

El legado continúa
El mural ya es parte del paisaje urbano de Macaravita. Atrae a visitantes, curiosos, admiradores de Heredero y amantes del arte. Pero sobre todo, se ha convertido en un punto de encuentro, en una excusa para recordar, para contar historias, para cantar y soñar.
Con su tiple dibujado en el centro y las estrellas de Libra brillando sobre su rostro, Heredero permanece en ese balcón simbólico que ahora le pertenece: el de la memoria colectiva, el de los corazones agradecidos, el de los pueblos que no olvidan. Macaravita ha escrito en sus muros una carta de amor a su música, a su cultura y a su gente. Y en esa carta, el arte, como siempre, tiene la última palabra.