Idiosincrasia del diablo de Tasmania
Resumen
La agresividad del diablo de Tasmania se refleja en un personaje real con una carrera política llena de inmoralidad y engaño, impactando negativamente a Colombia con reformas controversiales y desorden genético que amenaza su subsistencia.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Por: Jaime Galvis Vergara
Hay un animal cuya mentalidad lo lleva a un aislamiento total, el diablo de Tasmania, cuya agresividad le limita el contacto hasta con sus congéneres. El síndrome del diablo de Tasmania se presenta en algunos ejemplares de la raza humana; a continuación, se mencionan actos sintomáticos en un personaje real.
En su juventud, le desfiguró la cara a golpes a un adversario en estado de indefensión. La víctima pertenecía a las Fuerzas Militares. En algunos secuestros defecó sobre prisioneros inermes. Actuó como terrorista urbano, siempre se distinguió por su propensión al engaño y la mentira. Con el tiempo adquirió un don especial para la verborrea demagógica estridente.
Inició una carrera política sin apego a la ley y la moral. Una ambición desmedida, falta de escrúpulos y un arribismo desmedido. En el Parlamento calumnió, denigro, insultó y mostró una preocupante falta de ética. Los cargos y curules los disputó a mordiscos como buen diablo de Tasmania, para escalar el trono, apeló a dineros de dudosa procedencia y a toda clase de maniobras retorcidas hasta que llegó al máximo cargo, jefe de la manada.
Ahí empezó a mostrar todas sus cualidades, agresivo, insidioso, megalómano, irascible, mentiroso y envidioso. Todo esto se reflejó desde sus primeros actos de gobierno, con una oratoria disparatada, alternó peroratas insultando a los gobiernos que no le gustaban y a diversos gremios del País, con disparatadas homilías acerca del cosmos y las galaxias.
Como buen diablo de Tasmania, él y sus congéneres se abalanzaron a empujones y dentelladas a disputarse el Tesoro Público. Proliferaron los contratos dudosos y toda clase de torcidos.
Su gabinete de colaboradores reunió un variopinto conjunto de personajes, algunos con regulares hojas de vida de dudosas administraciones, otros con distinguidos prontuarios. Mientras duró la “grace de etat”, logró, que el Congreso aprobara una absurda reforma tributaria, que gravó hasta los pandeyucas.
Haciendo honor a su carácter huraño y egoísta procuró desairar a todos los estamentos de la Nación con un incumplimiento sistemático de sus compromisos, siempre llegando tarde o no llegando.
Recientemente, se descubrió un desorden genético en los diablos de Tasmania que amenazó la supervivencia de la especie. En nuestro personaje real también se descubrió un desorden genético que lo impulsa a drogarse y a ingerir bebidas alcohólicas en cantidades tales que han estado a punto de producir su extinción.
Recientemente, en medio de sus delirios, decidió convocar a sus colaboradores a un aquelarre en medio del cual les atribuyó sus propios defectos y les pidió la renuncia. Según la ley de Murphy, seleccionó un grupo de colaboradores peor que el anterior. ¡Que tristeza, Colombia gobernada por una piara de diablos de Tasmania!