¡Inverosímil!
Resumen
La condena a Uribe destaca una vendetta política. Quien persiguió a paramilitares y Farc enfrenta la justicia, mientras criminales están en el gobierno, exponiendo la injusticia del sistema.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)No encuentro otra palabra. Lo que está ocurriendo en nuestra patria es un atropello a la razón y al sentido común. Estupor e impotencia me invaden al ver que el colombiano que desmontó y extraditó a los paramilitares, que persiguió, diezmó y arrinconó a la Farc, hoy sea condenado, mientras los verdaderos criminales, los responsables de secuestros, masacres y reclutamientos, están en el Congreso o en el Gobierno, muy tranquilos, sin haber pagado un solo día de cárcel. ¿Eso les parece justo? ¿Qué pensarán sus víctimas?
Lo irónico es que algunos normalizan esta barbaridad. Al que sirvió como muro de contención frente a ese aluvión de muerte y miseria, hoy buscan sepultarlo con una condena. Todo bajo el aforismo de que “nadie está por encima de la ley”, aunque todos sabemos que esto es una persecución política disfrazada. Una revancha vía judicial buscando destruir al que no pueden derrotar en las urnas.
Cómo no pensar esto, si en el juicio quedó demostrado que el Senador Cepeda se dedicó a recorrer las cárceles y a dar beneficios a los internos buscando testimonios contra el presidente Uribe y su hermano, y se trató como “gestor de paz y defensor de derechos humanos”, mientras que, al gran colombiano, que buscaba la verdad a través de sus abogados, se condenó como determinador de soborno y fraude procesal. ¡Inverosímil!
El contenido de la sentencia, las pruebas, los testigos, las partes y el actuar de la señora Jueza, pasarán a la historia y sin duda alguna, servirán como inspiración para libros, series, películas y análisis que dejarán ver que esto no es justicia, es vendetta. No le perdonan sus triunfos ni el cariño que el pueblo le tiene, no les quedó otra que intentar encerrarlo a través del aparato judicial como instrumento de venganza.
A modo de anécdota les comparto, que cuando escuché a la señora jueza, quedé absorto, me ganó la nostalgia con la “justicia”, tal vez por mi formación en derecho, por mi admiración al presidente y por el amor a la patria; instante seguido recordé la canción “Gitana” de los Betos: “Ya pasó lo que nunca pensé que pasará…este dolor me parte el alma… gitana decile que yo la quiero (a la justicia), porque si no el desespero le partirá el alma…”.
Pero también recordé la otra parte: “A nadie le falta una equivocación…ella (el tribunal) cambió las espinas por hermosas flores…”. Confío en que el Tribunal Superior de Bogotá, mudará la tristeza a gozo, revocando la decisión, devolviendo la fe en la justicia. Porque la justicia verdadera siempre amanece, así la noche parezca eterna.
Esta situación es una alerta para la nación. Es momento de actuar. Tenemos que defender la democracia, rescatar lo bueno y abolir de tajo lo malo, y sobre todo, volver a lo que ha funcionado: la seguridad democrática. No el modelo copiado, desgastado e inocuo que nos quieren imponer. Ruina disfrazada de cambio.
El 2026 no es un año electoral más. Debemos ser inminentes y contundentes, necesitamos líderes con firmeza, que no teman a tomar decisiones complejas, con carácter y con sentido de patria. No necesitamos tibios. No más cuentos. Es momento de elegir un Congreso y un presidente que devuelvan el orden, la esperanza y la dignidad de Colombia. ¡Nos estamos viendo!