Resumen
El artículo relata un encuentro casual con una limpiadora de calle feliz, que a pesar de recoger desechos y encontrar la falta de educación y empatía ciudadana, mantiene su alegría y esperanza de un cambio positivo.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Claudio Valdivieso
Caminaba desprevenido por una esquina de mi bonita Bucaramanga, y de repente, apareció una señora escobita sacudiendo la hojarasca del pavimento y los mal acostumbrados desechos que revuelan sobre el andén. Todo venía bien, y mejoró cuando la señora levantó su rostro acalorado sin percatarse de que me había detenido a mirarla y admirarla hasta sonreírle con una descarada coquetería. Cuidadoso y sorprendido me acerqué, al encontrar una “escobita” feliz barriendo cantando y bailando al mismo tiempo.
Por supuesto, fue inevitable distraernos con una amena conversación que no excedió los cinco minutos, más que suficientes para encontrar en esa mujer la sencillez y humildad de una persona feliz, además de permitirme el privilegio de disfrutar su contagiosa alegría. Ella inmovilizó la escoba y siguió tarareando un vallenato, aunque extrañada me miró de pies a cabeza como quien dice… Finalmente, sostuvo la mirada y en una contundente conexión entendió la pregunta que pensé sin pronunciar, sonrió, y me dijo que diariamente recorría el mismo itinerario.
Le pregunté qué si encontraba dinero o joyas bajo la escoba, y resumió que poco o nada de valor, y mucho menos moneditas porque a los descuidados de a pie ya no les alcanza la platica para darse ese lujo de perderlas por la insolvencia. ¿Cuáles objetos ha encontrado de valor? Respondió a mi inquietud con unas fotos de su celular y me mostró los extraños encuentros en su trabajo, y resaltó los más comunes que pierde la gente como las tuercas, arandelas y tornillos... Soltó una carcajada y después de una pausa asintió con tristeza sobre la mala, pésima o absoluta falta de educación sumada a la exagerada incultura ciudadana, y con sofisticado sarcasmo sostuvo que la sensibilidad y la empatía está regada por el piso sin escoba que aguante.
Lamentaba como la empatía del ser humano está perdida en las calles y aclaró. Mejor dicho, mi escobita recoge la educación con la que la “souciedad” ensucia convirtiendo las calles en basurero. Ojalá del papel reciclaran esos libritos que también terminaron en el olvido como el Manual de don Manuel Antonio Carreño. Ese tesorito lo encontré muy cerca de una biblioteca y le faltaban hojas, pero podían leerse fragmentos sencillos como buenos días, siga señora tome asiento, con permiso, en fin… Recuerdo que en mi infancia el desenlace de ese librito mis padres lo remataban con chancleta y sin duda era la combinación perfecta. Recuperó su carcajada, maniobró la escoba y extendió su reflexión sobre la vida de la calle y la gente de adentro.
Tristemente las canastas de basura tampoco aguantan otros desechos, porque también podríamos asociar a la basura la mala actitud de la gente; la falta de empatía, la indolencia y hasta la soberbia. El trabajo de barrer las calles produce un dolor extraño en mi cuerpo y mi alma por el lastre de mi carreta, cada vez que hay que recoger tanto sentido de pertenencia ignorancia y hasta indolencia.
Se despidió empujando su carrito, y miró atrás como si observara en los recuerdos de su niñez la nostalgia de la educación y cultura ciudadana que sueña volver a despertar con su trabajo, y aclaró que la basura del ser humano dejó de ser cuento para convertirse en drama.