La justa proporción

Dentro de su nutrida obra, Georg Simmel nos enseña que el conflicto no necesariamente es destructivo para las sociedades; por el contrario, es una forma de socialización que puede ser un medio para tramitar y resolver diferencias, fortaleciendo el tejido social.

La dinámica conflictiva, según Simmel, es inherente a la vida social y, gestionada adecuadamente, contribuye al desarrollo y la adaptación de las comunidades. Esta perspectiva es particularmente relevante para entender los recientes acontecimientos en Colombia, donde las manifestaciones y las tensiones políticas revelan no sólo disputas, sino la necesidad de tramitar conflictos a través de las estructuras democráticas existentes.

La situación actual se caracteriza por un descontento hacia las instituciones. De un lado, están quienes califican de mala la gestión de Francisco Barbosa en la Fiscalía. Así, argumentan que el fiscal pasó de ser un garante de la legalidad para fungir como líder de la oposición.

Por su parte, desde la otra orilla de lo que algunos han llamado una “crisis institucional” está el discurso desde la Casa de Nariño. Respondiendo a un trino de una cuenta falsa, y también conectado con la suspensión del canciller, desde el gobierno se ha urdido la teoría de un intento por derrocarlo, supuestamente liderado por Barbosa. Petro alude a una supuesta conspiración para desestabilizar su gobierno, aunque omite que la Fiscalía no cuenta con la competencia para juzgarlo o destituirlo.

De hecho, la gravedad de sus palabras fue interpretadas por muchos parte del combustible para la lamentable como agresión de un grupo de radicales hacia la Corte Suprema de Justicia. Frente a ello, el propio presidente tuvo que recular, desligándose de la gravedad de sus palabras que confundieron la selección de una nueva persona a la cabeza del ente acusador, un proceso que siempre toma tiempo, con un supuesto paso más en la agenda golpista; sin mencionar que la designación de un fiscal delegado ha sido más norma que excepción en los últimos periodos.

En la misma línea, es de resaltar la respuesta de algunos medios y líderes de opinión, quienes arguyeron que los ataques a la Corte no tenían parangón en la historia del país.

Algo sumamente desproporcionado en un país en el que se ha asesinado a magistrados, ministros, candidatos presidenciales, alcaldes y un largo, y lamentable, etcétera. Resulta, entonces, llamativa tal escalada en el lenguaje, más aún cuando, a todas luces, sólo se trató de un grupo reducido de radicales que, por demás, fueron retirados sin mayores contratiempos. Todo ello acompañado de un masivo respaldo a la Corte desde diferentes escenarios, que llevaron al presidente a retroceder, lo cual no le resta gravedad a los hechos, pero es una muestra más de la fortaleza de las instituciones.  En definitiva, parece que el discurso del golpe blando no cuajó entre la población.

Pensar Ciudad es ser ecuánime. En el contexto actual es imperativo poner las cosas en su justa proporción y no sobredimensionar las acciones y/o declaraciones de los diferentes sectores involucrados en esta disputa. La narrativa de una crisis institucional sin precedentes únicamente alimenta declaraciones incendiarias, escenario que obstaculiza el diálogo y la búsqueda de soluciones.

La estabilidad y el progreso de Colombia dependen de la capacidad de sus líderes y ciudadanos para navegar el conflicto de manera constructiva, recordando que el disenso, incluso con las instituciones, es un pilar democrático cuando es debidamente tramitado. En todo caso, y por el bien del país, ojalá la Corte seleccione a la nueva fiscal con la mayor brevedad del caso.