La tierra de Bucaramanga empieza a devolver a los desaparecidos del conflicto armado

En el silencio espeso del cementerio municipal de Campo Hermoso, en Bucaramanga, la tierra volvió a hablar. Esta vez lo hizo a través de once cuerpos recuperados por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), en una nueva fase de intervención forense que busca responder a una deuda histórica del país con miles de familias marcadas por la ausencia.

Por Camilo Ernesto Silvera Rueda - Redacción Política / EL FRENTE

Hasta ese camposanto, ubicado en el nororiente de la ciudad, llegó Mery Alarcón desde Cogua, Cundinamarca. Viajó con una esperanza frágil pero persistente, la de encontrar alguna noticia sobre su hermano José Nicacio Alarcón, desaparecido hace 25 años. La última imagen que conserva de él es la de una despedida sencilla, casi cotidiana. José Nicacio se marchó diciendo que iba a buscar mejores oportunidades de trabajo. Nunca regresó. Nunca volvió a llamar. El tiempo, en lugar de cerrar la herida, la hizo más profunda.

Durante años, la familia solo pudo aferrarse a la idea de que quizá había logrado su propósito y estaba vivo en algún lugar. Fue apenas en 2022 cuando uno de los hermanos decidió romper el silencio y empezar la búsqueda formal. Así llegaron hasta la UBPD, donde se radicó la solicitud que hoy tiene a Mery observando, día tras día, el trabajo meticuloso de los forenses entre bóvedas y registros antiguos.

La investigación humanitaria y extrajudicial adelantada por la Unidad permitió establecer una hipótesis dolorosa pero necesaria. José Nicacio Alarcón pudo haber muerto en medio de hechos relacionados con el conflicto armado, y su cuerpo habría sido inhumado en el cementerio de Campo Hermoso. Esa posibilidad llevó a Mery a acompañar de manera presencial la intervención, con la mirada fija en cada procedimiento y la memoria llena de recuerdos.

Esta labor corresponde a la cuarta fase de intervención que adelanta la UBPD en este cementerio, considerado de carácter regional por la cantidad de cuerpos que ha recibido a lo largo de décadas. En esta etapa, el grupo interno de trabajo en Santander logró la recuperación de once cuerpos de personas desaparecidas. El coordinador de la Unidad en el departamento, Manuel Criales Aponte, explicó que los esfuerzos se concentraron en los pabellones más antiguos, especialmente en aquellos destinados a la inhumación de cuerpos identificados no reclamados y de cuerpos no identificados.

El trabajo no se realizó de manera aislada. Según explicó Criales, la articulación entre los equipos de la UBPD en Santander, Boyacá y Cesar fue clave para cruzar información sobre solicitudes de búsqueda y priorizar seis casos concretos. Esa coordinación incrementó la probabilidad de ofrecer respuestas más prontas a las familias y permitió que algunos de los allegados pudieran acompañar la intervención. Llegaron familiares desde Boyacá y Bogotá, mientras que otra persona siguió el proceso de manera virtual desde Norte de Santander.

De las seis solicitudes de búsqueda priorizadas, cuatro corresponden a cuerpos que ingresaron al cementerio con orientación de identidad. Uno de ellos podría ser el de José Nicacio Alarcón. Sin embargo, la certeza solo será posible después de un proceso riguroso de verificación que incluye el cotejo genético. Esa tarea estará a cargo del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, instancia fundamental para transformar la incertidumbre en verdad.

Durante toda una semana, un equipo forense compuesto por un antropólogo, un topógrafo y una criminalista trabajó de manera continua en la apertura de bóvedas, el registro de hallazgos y la preservación de los restos. Mery estuvo allí, casi siempre en silencio. Es una mujer de pocas palabras, pero cada gesto suyo parece cargar décadas de espera. Mientras observa el procedimiento, su historia se confunde con la de miles de familias que aún buscan a los suyos.

El panorama hacia el futuro es tan desafiante como urgente. De cara a 2026, la Unidad de Búsqueda se ha propuesto el abordaje completo del Cementerio de Campo Hermoso. Un análisis preliminar de la información indica que más de 600 cuerpos no identificados podrían haber llegado a este lugar a lo largo de los años, muchos de ellos en el contexto del conflicto armado. La magnitud de la tarea exige planificación, recursos y un análisis exhaustivo de los registros disponibles.

“El análisis riguroso de la información nos guiará en las próximas fases para recuperar a estas personas y aliviar la incertidumbre de sus familias”, recalcó Manuel Criales Aponte, subrayando el sentido humanitario que orienta cada intervención de la Unidad.

La recuperación de los once cuerpos se enmarca dentro del Plan Regional de Búsqueda del Área Metropolitana Soto Norte, que agrupa a 18 municipios y registra 1.449 personas dadas por desaparecidas. En todo Santander, el universo de personas desaparecidas asciende a 5.777, una cifra que revela la dimensión de una tragedia prolongada y, al mismo tiempo, la urgencia de continuar excavando la verdad.

En Campo Hermoso, cada bóveda abierta no es solo un procedimiento técnico. Es una posibilidad de respuesta, un acto de dignificación y un paso más para que historias como la de Mery y José Nicacio dejen de habitar el territorio incierto de la espera y encuentren, por fin, un nombre, un lugar y una verdad.