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La trampa del discurso dominante

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Resumen

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Por: Edgar Julián Muñoz González

La frustración creciente hacia las corrientes ideológicas del comunismo y el socialismo no se debe meramente a preferencias políticas. Más bien, es una respuesta legítima a la monopolización del discurso y las políticas públicas que estas ideologías han impuesto en muchas partes del mundo. Se presentan como las únicas soluciones válidas para problemas complejos, como la salud, la educación y la desigualdad, mientras demonizan cualquier propuesta alternativa como inhumana o egoísta.

Esta hegemonía no solo limita el debate; también arrastra a la sociedad por una senda de estancamiento y atraso. No lo digo yo: la ciencia que hace rato tumbó la teoría de la plusvalía con la del valor marginal y muchas otras. El caso de Japón y la reciente sacudida en los mercados financieros es un ejemplo claro de cómo el recelo y la desconfianza pueden propagarse cuando las soluciones se vuelven dogmáticas y excluyentes.

El pasado 5 de agosto, fuimos testigos de una de las caídas más abruptas en la bolsa. Este colapso fue alimentado por temores de recesión en Estados Unidos, exacerbados por la fortaleza del yen y un informe laboral decepcionante en ese país. La subida de tasas de interés en Japón, después de mantenerlas bajas por muchos años, sorprendió a los mercados que dependían de un yen históricamente barato y bajas tasas para inversiones arriesgadas. Al cambiar repentinamente esta política sin preparar adecuadamente el terreno, se desató el miedo.

La crisis no solo impactó a Japón, que vio al índice Nikkei 225 caer un 12.4%, sino que se propagó a otros mercados asiáticos y occidentales, activando mecanismos de protección y generando espanto entre los inversionistas.

Este evento muestra cómo la incertidumbre, cuando se combina con políticas económicas inflexibles, desencadena una vorágine a nivel global. El mercado de valores, como manifestación pura del capitalismo, requiere de confianza y libertad para funcionar correctamente. Cualquier intento de imponer un control riguroso solo genera desconfianza y pánico.

No obstante, es un recordatorio del riesgo de confiar ciegamente en discursos dominantes. La fortaleza del yen, lejos de ser un signo de salud económica, exacerbó los problemas preexistentes. El colapso demuestra que una moneda potente no garantiza una economía compacta. En realidad, la economía japonesa sufrió por un yen demasiado enérgico, y por una política económica que, en lugar de adaptarse a las complejidades globales, optó por medidas rígidas. ¿Recuerdan la apertura económica con Gaviria?

La robustez de una moneda no es un indicador absoluto de la posición económica. Puede haber situaciones donde una economía esté debilitada, pero su moneda se mantenga sólida debido a factores externos o políticas específicas. Del mismo modo, una moneda débil no necesariamente implica una economía frágil; podría ser el resultado de políticas deliberadas para estimular las exportaciones o manejar la deuda externa.

La relación entre la moneda y la economía es compleja. Toca considerar múltiples variables para hacer un juicio preciso sobre la salud económica de un país. Por eso, cuando políticos como Gustavo Bolívar, dan juicios sobre la economía colombiana o sobre nuestra moneda, es mejor taparse los oídos e imaginarse que somos el “Botija” peinando al “Chómpiras”. Claro que tiene derecho a opinar, pero zapatero a tus alpargatas.

Sin embargo, el verdadero baluarte de una sociedad radica en su capacidad para debatir y experimentar con diferentes enfoques. Permitir que una sola ideología domine el discurso y excluya otras soluciones viables es pernicioso. La diversidad de ideas es esencial para la prosperidad a largo plazo, y es crucial recordar que los mercados requieren un entorno de confianza y libertad para prosperar.

Acceder a que una sola corriente de pensamiento domine y excluya a todas las demás, es condenar nuestra economía a ciclos de crisis y recuperación interminables. El mercado de valores nos enseña una lección que no debemos olvidar: la libertad económica y la diversidad de ideas son esenciales para la prosperidad a largo plazo.

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