La Vorágine: entre la Selva, la violencia y el olvido

“Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar, y me lo ganó la Violencia", La Vorágine, José Eustasio Rivera 1924.

Desde hace varias semanas estoy, literalmente, “enganchada” a una miniserie de gran calidad visual y actoral, adaptación de la primera obra literaria que leí cuando tenía  9 años: La Vorágine, que, con gran claridad y crudeza descriptiva, sacó a la luz el genocidio cauchero, de los primeros que se tuvieron noticia en Colombia y que al igual que la “Masacre de las bananeras” se quedaron en la más oscura impunidad, lo que quizá ha contribuido, en la “estela mitológica”, que para algunos revisionistas históricos existe sobre estos insucesos.

La vorágine es una novela naturalista que relata la aventura de Arturo Cova, quien en una huida alucinante se interna en Los Llanos orientales, extensa región de ríos caudalosos, donde pierde a Alicia, su amante. El afán de recuperar a Alicia lo llevará a la Amazonia colombiana donde Arturo conocerá la esclavitud de los trabajadores del caucho. Los protagonistas de esta novela son la selva, su cosmogonía y la lucha por la supervivencia.

En 1924,en Bogotá, se publicó  esta obra de la  autoría de  José Eustasio Rivera que constituyó un giro trascendental  en la narrativa nacional y latinoamericana, en la cual la violencia y la selva se tragan seres humanos en conflictos que parecen repetirse hoy con personajes diferentes; esto la hace atemporal y punzante ya que recuerda con el lenguaje susurrante pero sincero, del autor, que seguimos los colombianos tocados por esa “marca de Caín” que nos hace tan proclives a la violencia, al odio, a las injusticias y a las polarizaciones.

Y es que, más allá de ser un relato sobre la fiebre cauchera  a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, La Vorágine ha propiciado cuestionamientos acerca de  nuestra cosmovisión como raza humana, pero antes que nada, la ciclosis en la cual parecemos inmersos como sociedad, en una Colombia, que no ha logrado resolver paradigmas tan complejos, como la justicia social, los abusos laborales, la violencia como herramienta  política, los atentados contra la naturaleza y la impunidad , entre otros.

Por otra parte, en la novela, me resulta importante resaltar, el retrato que hace el autor de lo masculino, como aquello ligado a la dominación y la destrucción, y lo femenino como aquello que debe ser repudiado y dominado. Así mismo, se muestran prácticas como el sadismo y el maltrato a animales y mujeres, como expresiones mismas de la visión de masculinidad de la época. Aunque resulta frustrante que aun en la nuestra contemporaneidad, se sigan presentando estas situaciones, que en el peor de los casos en las mujeres terminan en feminicidios.  

Estamos a tiempo de empezar a deconstruir este imaginario que, hasta el día de hoy, se mantiene como el ideal de masculinidad, y que tanto daño le ha hecho a la familia y la sociedad en general.

Como última reflexión, debo afirmar que La Vorágine sigue siendo una obra literaria muy de actualidad en nuestro país gracias a su abordaje de temas universales como la violencia, explotación de recursos naturales sin control, y la lucha por la igualdad de oportunidades que resuenan con problemáticas presentes, como el conflicto armado y la minería ilegal.

Seguimos estando como colombianos, en medio de ese remolino truculento, que pareciera no tener fin, no obstante, parafraseando a García Márquez de forma distinta, en el enunciado final de Cien años de soledad "Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad si tienen una segunda oportunidad sobre la tierra” …Quiero pensar con todo mi ser que así será por el bien de nuestra patria, en especial de los niños, niñas y adolescentes, del medio ambiente y de la tan anhelada paz.