Laura Escobar, la santandereana que volvió al campo para sembrar futuro
Resumen
En Monterredondo, Laura Escobar dejó la ciudad para liderar una granja familiar con enfoque sostenible. Con el apoyo del SENA, optimizó su producción agrícola y pecuaria, demostrando que el campo puede ser un proyecto de vida digno y próspero.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
En la vereda Monterredondo del Municipio de Puiedecuesta, rodeada de verdes montañas y un aire que huele a tierra mojada y esperanza, Laura encontró la forma de transformar su vida. Tras años de trabajo en la ciudad, decidió regresar al campo, a sus raíces campesinas, y en el SENA halló el aliado perfecto para convertir esa decisión en un proyecto de vida sostenible.
“Desde hace mucho tiempo tenía la inquietud de volver al campo. Toda mi vida trabajé prácticamente en la ciudad, pero mis ancestros son campesinos, mi esposo es campesino… Era algo que llevaba dentro”, cuenta Laura, quien hoy lidera con pasión Casa de Campo La Carolina, una granja familiar que se ha convertido en ejemplo de trabajo, perseverancia y amor por la tierra.
Su día comienza a las seis de la mañana —a veces antes— para atender a los animales, preparar el desayuno familiar y continuar con las labores del campo. Sin embargo, no siempre fue fácil. “Hace dos o tres años intentaba sembrar mis semillas, pero muchas cosas no funcionaban. Entonces dije: esto tiene que cambiar”.
El punto de inflexión llegó gracias al acompañamiento del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), que le brindó los conocimientos técnicos y científicos necesarios para optimizar su producción agrícola y pecuaria. Con orientación profesional, logró convertir su parcela en una fuente de vida sostenible.
“Siempre he querido tener una buena calidad de vida, y eso empieza por lo que comemos. Lo que producimos aquí no solo lo consumimos, también lo compartimos con nuestra comunidad”, afirma orgullosa.
La alimentación de los animales también refleja esa filosofía: verduras, frutas, hojas y otros alimentos naturales garantizan un producto final de calidad, sano e inocuo.
Hoy, Laura no solo cultiva la tierra, cultiva también un sueño: el de demostrar que el campo puede ser un proyecto de vida próspero y digno. Su historia inspira, no solo por lo que ha logrado, sino porque nos recuerda que el futuro también se puede sembrar, desde lo más profundo de nuestras raíces.