“¿Los del M-19 no hablamos carreta?”, dijo Petro. Pues la historia y Álvaro Leyva lo desmienten
Resumen
Álvaro Leyva Durán critica a Gustavo Petro por vanagloriarse del M-19. Revela conversaciones previas a la toma del Palacio de Justicia y cuestiona la sinceridad de sus intenciones pacíficas.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Reviviendo uno de los episodios más duros de la historia del país, como lo fue la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, el exministro de Estado Álvaro Leyva Durán realizó una fuerte crítica al Presidente de la República Gustavo Petro en su actitud constante de vanagloriarse por su pertenencia al Movimiento 19 de Abril, y en este caso al asegurar que el activismo del grupo guerrillero siempre fue honesto y sincero frente a sus intenciones con el gobierno nacional, con la paz, y con la ciudadanía colombiana. Pues bien, la exquisita narración de Álvaro Leyva deja por el suelo la remisa de la sinceridad de Petro al tiempo que revela intimidades no tan públicas de los momentos previos y posteriores al fatídico 6 de noviembre de 1985.
Ciudadanas, ciudadanos: Gabriel García Márquez, a quien siempre agradecí su amistad (en otra ocasión me referiré a ella), a finales del primer semestre del año 1985, llamó al Presidente Belisario Betancur desde la Ciudad de México, para decirle que estando en compañía del Procurador de entonces Carlos Jiménez Gómez, había conversado con miembros del M-19.
Que estos estaban dispuestos a encontrarse con Álvaro Leyva Durán en Colombia para hablar de paz. Así las cosas, se comunicó conmigo el Presidente Betancur, me pidió que adelantará los encuentros con quienes me buscaran de esa organización venidos de la hermana república; que le diera el tratamiento de secreto de Estado al asunto que me trataba y que lo mantuviera informado sobre el desarrollo de lo que se fuera dialogando.
Llegados de México los viajeros del M-19, inicié conversaciones con quienes en efecto me buscaron: Álvaro Fayad, Luis Otero y Alfonso Jacquin, entre otros más. Invité a la primera reunión a monseñor Darío Castrillón Hoyos, figura cercana a mí, a la sazón Obispo de Pereira, entusiasta participante en asuntos de paz (elevado luego a Cardenal con sede en el Vaticano).
Pasado un tiempo me convencí de que el M-19, particularmente mis interlocutores, si bien hablaban de paz, estaban preparando un peligrosísimo golpe. Algo para mí de altísima gravedad. Busqué a Betancur varias veces sin éxito alguno. Varias semanas pasaron sin que el Presidente atendiera mis llamadas.
Angustiado, llamé al embajador en Londres, Bernardo Ramírez, antes Ministro de Comunicaciones de Belisario Betancur, su amigo personal de toda la vida. Le expuse la tarea que el Jefe del Estado me había encomendado y como consideraba yo que estábamos en vísperas de una tragedia nacional. “Ha sido imposible hablar con él”, le agregué.
A los dos días me llamó el Presidente. Le hice las advertencias del caso. Le supliqué que no desoyera lo que le informaba. Nada creyó. Me insistió en que siguiera conversando, que nada iría a suceder, adujo. Le renuncie en ese mismo momento a la tarea encomendada. “No cuente más conmigo a partir de que colguemos Presidente”. A los muy pocos días tuvo lugar la toma del Palacio de Justicia.
Más concretamente a las 11 am del miércoles 6 de noviembre de 1985. ¡Cómo olvidarlo! Imposible. Veintiocho horas después, todos mis interlocutores venidos de México, salvo Fayad que no había estado en ese país, estaban muertos. De lo que hoy relato hay testimonios.
¿Número total de muertos? Se dice que 101, entre ellos 11 magistrados; y más de 12 desaparecidos. ¿Estos últimos en qué condiciones? Parece que aún prosiguen las aclaraciones.
Con Betancur, después de la tragedia del Palacio de Justicia, a pesar de que se sentía mal estando conmigo, mantuve una franca y cordial relación. Las veces que nos vimos, hasta la proximidad de su muerte, estuvo siempre presente mi inolvidable amigo Alfonso Fidalgo.
A pesar de la tragedia relatada arriba, mi relación con Carlos Pizarro Leongómez fue directa, cordial, fruto de varios encuentros. Sin duda difería su talante de los militantes del M-19 antes referidos. Lo vi en el monte más de una vez. Aceptaba errores. Los tenía claros. Bajó a Cali para hablar conmigo en varias oportunidades. Él, a su manera, en clandestinidad. Y sí, se creó confianza, premisa mayor para lograr la paz.
Tras tanta barbaridad cometida por el M-19, conociendo de cerca el pensamiento de Pizarro, en momentos ya superados, el Presidente Petro entonces no puede salir con el cuento aquel de “Yo no estoy hablando carreta. Los que fuimos del M-19 no aprendimos a hablar carreta. Fuimos oficiales de Bolívar y ese es un juramento que se lleva hasta el final como una marca porque es la misma marca de los Aurelianos. Bien lo contó Gabriel García Márquez”. Pregunto… ¿Juramento que se lleva hasta el final? Eso qué es Presidente. Se lo pregunta quien fuera su Canciller. Claro que agradezco el nombramiento que me hizo. Pero como en todo, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. A mi amigo el señor Presidente Betancur, de quien fuera su ministro de Minas y Energía, le advertí. Todavía resiento los muertos.
Sindéresis Gustavo Petro, no vaya el Diablo. Se dice que últimamente se ha convertido usted en autor de sembradíos de posibles violencias; que se le ha ido la mano ya por razones propias suyas, íntimas, conductas indebidas o poco aconsejables, ya por desespero, ya por no controlar su lengua. Se ha tornado, se abunda, se oye en todas partes, es un Jefe de Estado que hace uso del poder a su alcance, que sin duda es todo, para amenazar, para intimidar, para calificar de manera impropia, por decir lo menos, a quienes no son hoy sus militantes. Si, sus militantes. En su momento, suplicante, le advertí a mi amigo Belisario Betancur. A usted Gustavo, le prendo las alarmas. Hasta acá por hoy.