Manuela, la perra de tres patas que fue la reina de la casa de José Mujica
Resumen
Manuela, la perra de tres patas, fue la fiel compañera y símbolo de la vida sencilla y rural de José Mujica. Representó resiliencia y amor en la chacra presidencial, dejando una huella indeleble tanto en la vida privada como en la imagen pública del ex presidente uruguayo.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Para José “Pepe” Mujica, ex presidente de Uruguay, la compañía más fiel que tuvo durante su vida pública y privada no fue un ministro, un colega político ni siquiera su esposa, sino una perra mestiza de tres patas llamada Manuela. Nacida en Paysandú, hija de Dunga —la mascota de la hermana de Lucía Topolansky—, Manuela llegó a la vida de Mujica y terminó convirtiéndose en parte de su identidad, tanto en su chacra de Rincón del Cerro como en la imagen pública del presidente austero que dio la vuelta al mundo.
Manuela falleció en 2018, a los 22 años, y su pérdida marcó profundamente a Mujica y Topolansky. “Hace 18 años que me acompaña. Es una anciana”, había dicho Mujica en una entrevista con la BBC en 2015. La perra, que perdió una de sus patas tras un accidente con el tractor que manejaba el propio Mujica, quedó desde entonces como “la reina de la casa”, con privilegios como dormir junto a la cama del matrimonio y andar en auto cuando se preparaban viajes. “Cuando empieza a armar el bolso, ya sabe que ella va”, relató Topolansky en una entrevista.
La historia de Manuela está llena de anécdotas que humanizan aún más la figura de Mujica. En una ocasión, mientras el entonces senador estuvo hospitalizado en 2005, la perra lo esperó durante un mes, cada día, a que regresara. “El día que llegó parecía que se le iba a salir la cola de la alegría”, recordó Topolansky entre risas y nostalgia.
Tras la muerte de Manuela, Mujica renunció a su banca en el Senado y no ocultó su tristeza por la ausencia del animal. Desde entonces, su salud comenzó a deteriorarse. En sus últimas entrevistas, ya con un diagnóstico de cáncer, el ex presidente expresó su deseo de que sus cenizas sean esparcidas en su chacra, junto a la tumba de Manuela. “Mi futuro destino está abajo de ese escollo, donde está enterrada Manuela. Cuando me muera, me van a quemar y me van a enterrar ahí”, dijo señalando un rincón de su propiedad.
Fiel a su visión filosófica, Mujica confesó a CNN que no creía en Dios ni en la vida después de la muerte. “Este cacho que estamos arriba del planeta es el paraíso y el infierno, todo junto. Venimos de la nada y vamos a la nada”, declaró, aunque añadió con humildad: “Ojalá que me equivoque”.
Manuela fue más que una mascota. Fue símbolo del afecto, la sencillez y la vida rural que Mujica siempre defendió. Su historia, marcada por la resiliencia tras su accidente y por el amor que recibió en la chacra presidencial, quedó grabada en la memoria de quienes vieron en ella un reflejo del hombre que presidió Uruguay sin abandonar nunca su esencia. La promesa póstuma de Mujica de descansar junto a ella es, quizá, la expresión más íntima del vínculo que compartieron durante más de dos décadas.