Resumen
En Puerto Olaya, Cimitarra, la violencia golpea brutalmente con el asesinato de tres menores, víctimas de un ataque de la banda "Los de Olaya". En medio de un conflicto territorial por el control de drogas, la comunidad vive con temor y desconfianza ante promesas de justicia incumplidas.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)El silencio en Puerto Olaya, corregimiento de Cimitarra, fue roto a las 2:00 a.m. de la madrugada del pasado 5 de octubre. Bajo el manto de una torrencial lluvia, que parecía intentar lavar las sombras que se cernían sobre el barrio Villanueva, se escucharon disparos que resonaron como ecos mortales. La comunidad despertó con un sobresalto, pero nada podía prepararlos para la espantosa escena que descubrirían minutos después.
En una pequeña vivienda de techos de zinc, la vida de tres menores de edad fue apagada de manera brutal. Mientras dormían, hombres armados ingresaron a la casa, desatando una ráfaga de fuego que resonó como una sentencia de muerte. Las víctimas: dos hermanos de 12 y 15 años, y un adolescente de 16, yacían en sus camas cuando fueron acribillados sin piedad.
Cuando las autoridades del corregimiento llegaron, los cuerpos de los tres jóvenes aún reposaban en las mismas posiciones en las que la noche anterior se habían quedado dormidos. Las sábanas, que debieron ser símbolo de tranquilidad, estaban manchadas de sangre. El niño de 12 años, cuya única culpa fue compartir la cama con su hermano mayor, se convirtió en una víctima colateral de un atentado dirigido contra los otros dos adolescentes, reclutados por la banda criminal conocida como “Los de Olaya”.
“Eran chicos que, a pesar de las malas decisiones, merecían otra oportunidad. Pero esta gente no perdona ni da segundas oportunidades”, murmuró un vecino que observaba con impotencia la escena desde el cordón de seguridad, mientras las sirenas de las patrullas se apagaban y el lugar se sumía en una tensa calma.
El rostro del miedo en Puerto Olaya
Esta masacre no fue un hecho aislado. Puerto Olaya ha sido, desde hace meses, un campo de batalla para la banda “Los de Olaya”, dirigida desde la cárcel por alias ‘Yorman’. Reclutar adolescentes, vender droga y extorsionar a los comerciantes locales son parte del repertorio criminal con el que esta estructura ha impuesto su dominio en la región. “Los capturan y luego los sueltan. Esta zona es tierra de nadie”, explica resignado uno de los líderes comunales, que prefiere guardar el anonimato por temor a represalias.
El gobernador de Santander, acompañado por el secretario del Interior, Oscar Eduardo Hernández, se pronunció apenas horas después del hecho. “Esta masacre no quedará impune. Se trató de una disputa territorial entre bandas por el control de la venta de estupefacientes. Estamos tomando medidas para reforzar la seguridad en Cimitarra”, aseguró el funcionario con la firmeza de alguien que ha repetido estas palabras demasiadas veces antes.
Pero la comunidad sabe que, en Puerto Olaya, la seguridad es una ilusión. Los rumores sobre quiénes son los responsables circulan en voz baja, y aunque el teniente coronel Gustavo Andrés Henao Sáenz hizo un llamado a la ciudadanía a denunciar, pocos están dispuestos a arriesgarse a ser los próximos en la lista negra de alias ‘Yorman’ y sus sicarios.
¿Habrá justicia?
Los padres de los tres menores asesinados en Cimitarra lloran la pérdida de sus hijos. La comunidad ha hecho vigilias, encendido velas y clamado por justicia, pero la sensación de impunidad persiste. La Policía ha ofrecido recompensas y ha prometido resultados, pero los habitantes de Puerto Olaya han escuchado estas promesas antes.
Las tumbas de los jóvenes se suman a una lista interminable de vidas truncadas. En las calles, solo quedan las preguntas: ¿Quiénes serán los próximos? ¿Hasta cuándo seguirán las familias enterrando a sus seres queridos mientras la violencia se pasea libremente por las calles de Santander? Lo único cierto es que en Puerto Olaya, el sonido de la justicia se ha silenciado hace mucho tiempo.