Mientras el Gobierno habla ¡el Guaviare arde!

Resumen

El Guaviare enfrenta una escalada violenta con 15 muertes en un mes debido al resurgimiento de actores armados. La política de seguridad del gobierno, basada en discursos vacíos, ha permitido que fuerzas ilegales se fortalezcan mientras el país queda vulnerable.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
ELFRENTE profile image
by ELFRENTE
Mientras el Gobierno habla ¡el Guaviare arde!

El departamento del Guaviare ha sido testigo, en los últimos treinta días, de una tragedia que no puede seguir siendo normalizada: quince personas asesinadas, entre ellas varios militares, en medio de enfrentamientos entre estructuras disidentes de las FARC y fuerzas del Estado. La región, históricamente olvidada por el poder central, hoy sufre el resurgimiento violento de actores armados que, gracias a una política de seguridad fallida, han logrado afianzarse y tomar el control de amplias zonas del territorio.

Por: Jairo Rueda Otálvaro

Lo que está ocurriendo en el Guaviare no es un hecho aislado. Es el reflejo de una política nacional que ha apostado por el discurso antes que por la acción. Un modelo que privilegia el micrófono y la pantalla del celular por encima de la estrategia, que cree que un trino en redes sociales equivale a gobernar. El presidente ha pasado más de dos años y medio hablando de minigolpes de Estado cada vez que se le exige una respuesta concreta a la crisis de seguridad. Mientras tanto, la violencia se expande, los grupos armados se fortalecen y las fuerzas legítimas del Estado —esas que deberían estar respaldadas y protegidas— son abandonadas a su suerte.

Las imágenes del reciente ataque en Guaviare, donde disidencias asesinaron a nueve soldados y secuestraron a otros diez, no pueden caer en el olvido mediático. No son números. Son vidas truncadas, familias destrozadas, comunidades atemorizadas. Y ante esa realidad, el silencio gubernamental solo es interrumpido para responsabilizar a la oposición, a los medios o a “las élites” de todos los males del país. La narrativa del enemigo interno se ha convertido en una cortina de humo para no asumir responsabilidades.

La llamada “paz total” ha sido, hasta ahora, una promesa vacía. Se entregó legitimidad a estructuras delincuenciales sin exigir garantías reales de desmovilización ni de cumplimiento. Se paralizaron operaciones militares, se

debilitó la inteligencia y se desmotivó a la tropa. Mientras el gobierno insistía en los micrófonos que estábamos avanzando hacia la reconciliación, los grupos ilegales se rearmaban, reclutaban, traficaban y se preparaban para la guerra. Hoy pagamos el precio de esa ingenuidad o de esa complicidad: el territorio nacional está siendo parcelado por bandas criminales que actúan con total impunidad.

Desde Santander, región emprendedora y productiva, no somos ajenos a esta ola de inseguridad. En el último año y medio, empresarios han sido secuestrados, familias extorsionadas, y comunidades enteras intimidadas por organizaciones armadas que operan en zonas donde antes el Estado mantenía presencia. Pero ya no. Y lo más grave: la ciudadanía se siente sola. No hay respuestas institucionales, no hay acciones contundentes, no hay un liderazgo que inspire confianza. Solo transmisiones en vivo, discursos vacíos y marchas oficiales.

Expreso desde aquí mi solidaridad absoluta con las familias de los militares asesinados, con los soldados secuestrados y sus seres queridos, con los empresarios y ciudadanos víctimas de esta violencia impune. No están solos. Y no podemos seguir callando.

Colombia necesita despertar. No se puede gobernar por Twitter, ni desde una tarima improvisada en la Plaza de Bolívar. Gobernar implica tomar decisiones difíciles, enfrentar al crimen organizado con firmeza y proteger a quienes arriesgan la vida por nosotros. Este gobierno, hasta ahora, ha preferido la comodidad del relato antes que el rigor de los hechos. Ha confundido aplausos virtuales con respaldo real. Pero la realidad, cruda e inclemente, ya no puede ser ocultada por más transmisiones o eslóganes.

Es hora de que los ciudadanos, sin importar ideologías, exijamos un cambio inmediato en la política de seguridad. Que dejemos de tolerar la justificación del crimen como parte del conflicto. Que elevemos la voz en defensa de nuestras Fuerzas Militares y de la institucionalidad. Que entendamos que la paz no se decreta: se construye con hechos, con justicia, con presencia efectiva del Estado.

Guaviare, como tantas otras regiones de Colombia, nos está gritando lo que muchos quieren callar. Escuchemos ese grito. Actuemos. Porque mientras el gobierno habla… el país arde. ¡aún estamos a tiempo!

ELFRENTE profile image
por ELFRENTE
📰

Suscripciones Digitales

Accede a nuestras ediciones digitales y contenido exclusivo

Ver planes de suscripción
o recibe nuestro boletín gratuito

¡Listo! Revisa tu correo

Haz clic en el enlace de confirmación para completar tu suscripción.

Leer más