Miguel Ángel Russo murió en su ley: el fútbol lo acompañó hasta el final de su vida

Miguel Ángel Russo murió en su ley: el fútbol lo acompañó hasta el final de su vida

Resumen

Miguel Ángel Russo, icónico entrenador de Boca Juniors, falleció a los 69 años. Nunca dejó su pasión por el fútbol, enfrentando su enfermedad con valentía hasta el final y dejando un legado imborrable en el mundo deportivo.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Andrés Quijano

Miguel Ángel Russo, uno de los entrenadores más respetados del fútbol argentino y figura emblemática de Boca Juniors, falleció a los 69 años dejando un legado imborrable. Su muerte generó una ola de conmoción en el mundo del deporte, no solo por lo que representó como técnico, sino por la pasión con la que vivió el fútbol hasta el último día de su vida.

Russo murió haciendo lo que más amaba: dirigir. A pesar de los problemas de salud que lo aquejaban desde hace años, nunca abandonó su profesión ni perdió su compromiso con los equipos que lideró. En sus últimos días, se mantenía activo en Boca Juniors, donde cerró su tercer ciclo como entrenador. Competitivo como siempre, afrontó su enfermedad con la misma fortaleza con la que enfrentó los desafíos del fútbol, y su despedida se dio entre el cariño de su plantel, los hinchas y sus colegas.

El técnico había retomado su vínculo con Boca tras su paso por San Lorenzo, y su llegada al Xeneize fue un renacer. El desafío de disputar el Mundial de Clubes lo llenó de energía y lo motivó a dar lo mejor de sí. En ese torneo, el conjunto azul y oro se midió con potencias como Benfica y Bayern Múnich, mostrando el temple competitivo que caracterizaba a los equipos de Russo. Aunque el empate ante Auckland empañó el desempeño final, el técnico volvió a demostrar su liderazgo.

Su salud se había deteriorado en las últimas semanas, pero ni siquiera eso lo detuvo. En la derrota ante Huracán se le vio haciendo un gran esfuerzo físico para acompañar a su equipo, y aun así se negó a tomarse un descanso. “Él es duro, quiere estar siempre”, aseguraban desde el club. Aunque Claudio Úbeda había asumido parte de las tareas en los entrenamientos, Russo seguía al frente, pendiente de cada detalle y alentando a sus jugadores.

Su último partido en la Bombonera fue un empate 2-2 ante Central Córdoba. Aquella tarde, los hinchas lo ovacionaron de pie, conscientes de que estaban presenciando una despedida simbólica. Días después, Riquelme lo abrazó en el predio de Ezeiza en un gesto que quedará grabado en la memoria del club: fue el abrazo entre un amigo y un maestro que eligió irse en actividad, sin dejar que la enfermedad le robara su pasión.

Russo pasó sus últimos días en su casa, rodeado de su familia, cumpliendo su deseo de no ser hospitalizado nuevamente. Hasta el final, mantuvo contacto con Úbeda, quien le consultaba las convocatorias y las alineaciones. Su equipo, en un gesto lleno de emoción, le dedicó la goleada 5-0 ante Newell’s.

Miguel Ángel Russo se despidió del fútbol como vivió: con dignidad, trabajo y amor por el juego. Su partida deja un vacío enorme en Boca Juniors y en el fútbol sudamericano, pero también el ejemplo de un hombre que jamás renunció a su vocación, ni siquiera cuando su cuerpo le pidió descanso.

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por Andrés Quijano
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