Moción contra el maltrato

Por: Rodrigo González Márquez*

Enhorabuena se da un debate amplio, mediático y contundente por evitar la continua situación de maltrato, de invisibilidad y de carencia de cuidado que estos seres viven.

La inoperancia en lo público va en contra de los principios de la Función del Estado. No solo por acción, también por omisión o por aquiescencia se vulneran lo que hemos fundamentado como Derechos. Aquí la vulneración es clara; al interior de esas jaulas, la suciedad, el hedor, las comidas en mal estado, la tortura sicológica, la convivencia entre heces y orina, el alejamiento de quienes le pueden demostrar amor, son las características más que conocidas, documentadas, estudiadas, denunciadas hasta el cansancio, pero al parecer condenadas a ser perennes.

Esto sin ir en detalle en lo inapropiado de las dimensiones del espacio, inhumano desde casi cualquier punto de vista racional. Mares de indignación, sin duda equivalentes al maltrato, se exponen en el micrófono que se presta para escuchar a quienes izan las banderas por su protección. Incontables columnas e incluso actividades de protesta han puesto en la charla comunal el abandono estatal. Lo comparto plenamente; la indolencia parece ser parte inherente de la conducta social; es como si Hobbes le hubiera ganado el gran debate a Rousseau. En un contexto de posmodernidad, donde la violencia es subrepticia, da vergüenza avalar actos que atenten contra los demás seres; parece una realidad alterna, inconcebible, triste; sin embargo, suceden, siguen ahí, tomando protagonismo por encima del deber ser, a la luz y ante cualquiera, solo es cuestión de tomar un transporte y llegar a los si4os donde se albergan estos seres, sitios donde la dignidad no logró encarnar su significancia.

Enhorabuena las mociones de censura. Herramientas que, desde el control ejercido por los cuerpos colegiados, nuestras corporaciones locales legi4madas por la ciudadanía, elevan la voz en representación de quienes desaprobamos la conducta o la omisión, que deja como saldo esta inhumanidad.

La tarea en adelante

Visitar uno de estos sitios desorienta, empaña la vida, incomoda cuando inconscientemente (o tal vez en el más alto grado de conciencia humana) hacemos un ejercicio comparativo de lo que observamos allí, mientras estamos acostados viendo una serie, o un restaurante medianamente decente. Somos unos afortunados es la primera conclusión; la segunda, una tristeza por la mala suerte de quienes están allí, y una frustración por la impotencia.

 La larga lista de personas que han manifestado indignación está más que justificada. El clamor ante el Estado aparentemente sordo va en progresivo crecimiento. No dejar que se acalle ese clamor y pase a frustración muda es tal vez la tarea en adelante. Necesitamos actores que hagan el papel de megáfono o altavoz para que se escuchen con claridad las peticiones que agobian, pero que a su vez pueden ser la base de polí4cas públicas que les devuelvan la dignidad a estos seres.

Decía Camus, ese argelino que luego Francia se ufanó de haber parido, que no creía que este mundo tuviese un sentido superior, pero sabía que había algo que, si tenía sentido, y era el encuentro del hombre con su prójimo. Por eso, celebro que el debate no se haya enfriado.

Celebro que esté vivo y pueda darse con altura una reivindicación por la dignidad de todos estos seres que, si bien pudieron haber come4do alguna falta en su vida siguen siendo portadores de Derechos, y es el Estado el principal llamado a detener esa situación de pestilencia existencial. Enhorabuena, sigue en pie esa lucha por los derechos de todas las personas privadas de la libertad.

*Exdefensor Regional para Santander y Magdalena Medio. Consultor en negociación, conflictividad y persuasión. Profesional en Gobierno y RRII. Master en Negociación y Manejo de Conflictos. Especialista en DDHH.