Ozzy Osbourne y lo que habría preparado para su funeral
Resumen
Ozzy Osbourne rechazó un réquiem solemne, optando por un adiós lleno de humor y gratitud. A pesar de sus batallas de salud, mantuvo su esencia hasta el final, pidiendo una celebración, no lágrimas.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
Ozzy Osbourne no quiso que su despedida del mundo fuera un réquiem lúgubre, sino un acto de gratitud y humor negro, fiel a su leyenda. El 22 de julio de 2025, a los 76 años, el ícono del heavy metal dejó este plano con la misma teatralidad con la que vivió. Pero incluso su muerte, marcada por años de lucha contra el Parkinson y otros problemas de salud, no logró opacar su esencia: la de un hombre que, aun en sus momentos más oscuros, nunca dejó de reírse de sí mismo.
En entrevistas pasadas, Osbourne había dejado claro que no quería un funeral solemne. “Quiero asegurarme de que sea una celebración, no un festival de lágrimas”, dijo en 2011. Imaginaba su adiós como una reunión festiva en la que incluso bromearan desde el ataúd. Sus palabras no eran una pose: planeaba hasta incluir sonidos de golpes desde el féretro o un video pidiendo una segunda opinión médica. Humor hasta el final.
Aunque la familia Osbourne —su esposa Sharon y sus hijos Jack, Kelly, Aimee y Louis— aún no ha anunciado cómo será el funeral oficial, las declaraciones previas del rockero sugieren que sus deseos podrían respetarse. En 2016, dijo que prefería que se escucharan canciones de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band o Revolver de The Beatles, antes que sus propios éxitos. “Definitivamente no quiero que suene mi maldito álbum de grandes éxitos”, bromeó. Lo suyo nunca fue la autopromoción solemne.
Criado en el cristianismo, Ozzy fue bautizado y asistió a escuela dominical, pero en su adultez dejó atrás las creencias religiosas formales. No expresó deseos litúrgicos para su sepelio, dejando todo en manos de lo emocional y lo simbólico, no de lo espiritual.
Su despedida del escenario ocurrió el 5 de julio en Villa Park, Birmingham, su ciudad natal. Acompañado por los miembros originales de Black Sabbath, se presentó ante más de 40.000 personas en el concierto Back to the Beginning, sentado en un trono negro coronado con un murciélago. Fue una noche histórica: emotiva, ruidosa y con el sello del metal más puro. “He estado postrado seis años. Gracias desde el fondo de mi corazón”, dijo al público. Fue su forma de cerrar el ciclo.
En otoño se publicará su autobiografía póstuma Last Rites, en la que deja frases tan lapidarias como sinceras: “Si hubiera hecho cosas normales y sensatas, no sería Ozzy. He hecho el bien... y he hecho el mal. Pero no me puedo quejar”.
Ozzy se fue como vivió: a su manera. Provocador, impredecible, amado y malentendido, pero, sobre todo, auténtico. No habrá silencio para despedirlo, sino riffs de guitarra, carcajadas incómodas y, seguramente, algún chiste desde el más allá.