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Patadón al tablero de la economía mundial

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Resumen

Trump impone aranceles altos a México, Canadá y China, justificados con el combate a la inmigración y fentanilo. Sin embargo, la verdadera intención es equilibrar el comercio tras perder posiciones clave en la manufactura global. La era del dominio estadounidense está siendo desafiada.

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Finalmente, el presidente Trump hizo lo que anunció en su campaña electoral. Apeló al proteccionismo imponiendo fuertes medidas arancelarias al comercio con tres de los países más cercanos: 25% a México y Canadá (un 10% para productos energéticos) y, un 10% para China. Pero, no se quedó ahí, anunció que, próximamente, aplicará medidas similares a la Unión Europea.

Una guerra comercial en toda la línea. La justificación es de lo más insulsa: el combate contra la inmigración ilegal y el fentanilo. La causa real es el desequilibrio comercial en bienes y servicios con esos países. Lo que trata de ocultar es que, buena parte de ese desequilibrio proviene de la ventaja exorbitante de emitir la moneda de intercambio mundial: el dólar. Que no se podría justificar sino ajustara el mercado mundial de bienes, servicios y capital. Una ventaja de la que goza desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

Acude, además, al proteccionismo porque en la competencia por la manufactura mundial, en pos de la globalización, cedió a sus vecinos México y Canadá, a Europa, pero especialmente a Asia (China) la ubicación de las grandes fábricas, muchas de ellas norteamericanas. Buscaban ventajas en salarios, impuestos, menor contaminación ambiental, etc., para aumentar “las ganancias de los accionistas”. Se conoce como la deslocalización de la producción. El efecto inmediato fue la pérdida de millones de empleos de buena calidad en el mercado interno estadounidense, uno de los reclamos más sentidos de los trabajadores.

Una de las premisas de la globalización era que los demás países del mundo se someterían al mundo construido a imagen y semejanza del imperio gringo. Una ilusión que se desbarató abruptamente con la crisis financiera de 2008-2009 que rompió el hechizo en los EE. UU. Empezó a surgir China ya no como un aliado, sino como un competidor. Y así, en una chorrera imparable, India, el sureste asiático, la misma Unión Europea, países petroleros, africanos, latinoamericanos, los BRICS e, incluso su aliado de oriente, el Japón.

Con la pandemia, que quebrantó en materia grave las cadenas mundiales de suministro, y desnudó la debilidad del aparato manufacturero norteamericano (hasta los implementos médicos, v.gr., tapabocas, batas y elementos de protección sanitaria eran importados), los malestares se volvieron crecientes.

La reacción de hoy, que había quedado aplazada con la no reelección de Trump, es la pretensión del gobierno de los EE. UU.  de volver a la “época dorada” (Make America Great Again), un imaginario de la grandeza de ese país que, ni ellos mismos pueden definir con claridad.

Lo cierto es que las reglas con las que funcionó el mundo desde 1948 están desapareciendo. Las actuales generaciones, especialmente de latinoamericanos que, nacimos, crecimos, vivimos en ese mundo hecho a la imagen de los Estados Unidos, vamos a conocer uno nuevo. Uno en el que el aparato productivo norteamericano ya no es el eje, porque la potencia del norte perdió esa pelea, particularmente con China.

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