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Poderosos narcotraficantes colombianos buscan espacios en los ‘procesos de paz’

Resumen

Los narcotraficantes buscan indulto y amnistía en los procesos de paz para legalizar sus fortunas. Esta movida estratégica tiene el potencial de redefinir su influencia y el futuro económico de las regiones involucradas. Se exploran posibilidades de regulación legal.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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by Editorial
Poderosos narcotraficantes colombianos buscan espacios en los ‘procesos de paz’

Comprendiendo que la propuesta de la ‘Paz Total’ ha sido el negocio más audaz que se haya inventado la izquierda colombiana para financiar los procesos electorales, el presidente de la república ha abierto puertas y ventanas a una negociación política dentro de la cual intentan conseguir el INDULTO Y LA AMNISTÍA para legalizar las inmensas fortunas que tienen los criminales colombianos en los paraísos fiscales del mundo.

Hace muchos años, el expresidente Alfonso López Michelsen les propuso a los carteles del narcotráfico, representados por Pablo Emilio Escobar Gaviria, en Antioquia y por los Hermanos Rodríguez Orejuela, en el Valle del Cauca, que pagaran la deuda externa de Colombia y legalizaran sus propiedades a través de la llamada ‘Ventanilla siniestra del Banco de la República’, donde se aplicaría el blanqueo de capitales provenientes de las exportaciones de estupefacientes.

Coincidía el expresidente Alfonso López Michelsen con el planteamiento de Milton Friedman, ‘Premio Nobel de Economía de los Estados Unidos’, según el cual, la guerra del narcotráfico era innecesaria si pudiéramos legalizar los cultivos ilícitos a base de impuestos, mediante un sistema de regulación legal, donde pudieran beneficiarse estos países latinos, que están condenados a producir la hoja de coca como un elemento fundamental para su propia supervivencia.

Inmensos capitales ‘golondrina’ que se mueven entre Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, México, Perú y Bolivia deberían estar dispuestos a tramitar un acuerdo de carácter mundial para otorgarle un sentido industrial a la producción de medicamentos a base de opiáceos, que son necesarios para aliviar el dolor de los enfermos de cáncer, mediante reglamentación legal.

Además del problema moral por el consumo de alcaloides y del resultado físico para los tratamientos contra el dolor de pacientes recluidos en clínicas y hospitales, la cocaína y la marihuana tienen otros usos distintos a la destrucción del género humano, porque los consumidores habituales seguirán consumiéndolas como paliativos para la salud.

En Colombia, sede mundial de la producción y exportación de estupefacientes, el narcotráfico se ha extendido por casi toda la América Latina y puede decirse que es una peligrosa aventura seguir insistiendo en que se acaben los cultivos ilícitos, que se extienden por más de trescientas mil hectáreas del territorio nacional, donde cinco departamentos del sur del país, además de la región del Catatumbo y del departamento del Chocó, están a merced del narcotráfico.

El consumo de estupefacientes ha ido perforando las economías de los países más poderosos del mundo, entre ellos los Estados Unidos, donde se han firmado acuerdos de cooperación internacional para reducir los cultivos de coca, pero no aplican a las enfermedades mentales que provienen del consumo de estupefacientes.

Por eso, los grandes capos del narcotráfico en Colombia están buscando asilo entre los grupos guerrilleros de alias ‘Iván Mordisco’, de las Disidencias de las FARC y del ‘Clan del Golfo’, entre otros, porque los cultivos de la hoja de coca y del fentanilo, siguen teniendo una poderosa demanda comercial en el mundo.

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