Resumen
Las 'cicatrices de guerra' son experiencias desafiantes que moldean nuestra vida. Aunque difíciles, pueden ser fuentes de resiliencia. La percepción del impacto es subjetiva, y pese a adversidades, cada uno es arquitecto de su destino.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Jaime Leal Afanador*
Como sucede con los soldados que van al campo de batalla, la referencia a los términos “cicatrices de guerra” se usa, a manera de metáfora, para describir las heridas y padecimientos, físicos y mentales, que una persona sufrió y que, más allá de su gravedad, condicionan, en alguna forma, su pensamiento, movilidad, trabajo o interacción social.
Un accidente de tránsito, la muerte de seres queridos, alguna desvinculación laboral no prevista, un amor frustrado, una tragedia de la naturaleza, la aparición de alguna discapacidad física, una quiebra económica, un litigio judicial con resolución adversa, un robo o una gran pérdida económica son, entre otros muchos sucesos desafortunados, “cicatrices de guerra” que marcan la existencia de cada quien.
Mientras más años tenemos es más factible acumular dolores, sufrimientos, enfermedades, tristezas, pérdidas y tragedias que inciden sobre nuestro presente y la forma de asumir el futuro con optimismo o pesimismo. Es algo casi inevitable. Somos humanos y, por defecto, imperfectos y vulnerables.
Por las experiencias vividas, muchas personas se niegan o evitan, por ejemplo, regresar a un determinado sitio, volver a viajar en avión, hacer ciertas actividades o repetir algo. Es un reflejo natural el autoprotegernos. Eso puede verse como un acto de prudencia (evitar nuevos traumas), pero también como una limitación (dejar de conocer el mundo por no volver a viajar, por ejemplo). Para algunos terapeutas la única forma de superar un miedo o una aversión es volviendo a enfrentar ciertas situaciones (por ejemplo, reencontrarse con un victimario). Son lecturas polémicas y muy diferentes.
Porque la valoración del nivel de gravedad, dolor e impacto de estas situaciones es absolutamente subjetiva y respetable. Mientras, por ejemplo, hay personas que se “derrumban” (es decir, pierden su propósito de vida y no hallan motivo para levantarse y seguir luchando por algo mejor) porque se muere su mascota de muchos años, hay otras que se vuelven un maravilloso ejemplo de resiliencia (capacidad de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, una tragedia o una amenaza) y logran convertirse en ejemplo de vida para otros, pese a haber perdido seres queridos o verse discapacitados permanentemente tras un accidente o una enfermedad.
Hay muchas teorías y explicaciones a estos hechos. Desde quienes piensan que son situaciones predestinadas para cada uno, hasta quienes las ven solo como accidentes o eventualidades que pueden pasarle a cualquiera. Desde quienes piensan que algunos están destinados al éxito como otros al fracaso. Lo cierto es que no hay forma intelectualmente razonable que permita dar una explicación universal más allá de que cada uno es dueño de su futuro por adverso que sea su presente.
Lo claro es que, como humanos, estamos llamados a incidir sobre nuestro entorno y circunstancias (somos los arquitectos de nuestro destino), incluso pese a los accidentes, suerte, violencia o enemigos que nos ocasionen “cicatrices de guerra”.
Paradójicamente, muchas personas han hallado su sentido de vida, inspiración, proyecto, ayuda a los demás, tras una tragedia. Ad portas de una muerte inminente han experimentado un llamado a transformarse, tras un accidente redescubrieron el sentido de sus vidas o tras la tragedia encontraron en algunos conocidos a verdaderos y leales amigos.
Por eso, y sin saber qué tan dolorosa e impactante pueda ser la cicatriz que obtengamos, en lo posible debemos superar la resignación y evitar abandonar las fuerzas para seguir luchando. Tras la más oscura noche siempre llega el día; para los creyentes -de cualquier religión- el dolor es una expresión de nuestra limitación humana, y mientras estemos vivos es una responsabilidad, con nosotros mismos y con quienes nos rodean, gestionar nuestro propio mundo para que el mañana siempre sea mejor, porque por bueno que hubiera sido nuestro pasado antes de las cicatrices este no regresará, aunque siempre tendremos un futuro por construir que depende de lo que sueñe y quiera hacer cada quien. *Rector UNAD