Revolución y Corrupción

Por: Jaime Galvis Vergara

Frecuentemente los movimientos revolucionarios se transforman en verdaderas explosiones de crimen y corrupción, basta recordar el régimen del terror en la Revolución Francesa o las terribles purgas de los gobiernos de Lenin y Stalin.

En Iberoamérica, las “revoluciones” están generando una serie de gobiernos dictatoriales en los cuales, la codicia de los gobernantes y su desdén por la vida humana, crean unos infiernos de miseria y depravación. La corrupción desenfrenada y la resignación de los gobernados, ha condenado a varios países a una situación desesperada.

Un ejemplo de esto se encuentra en la “Revolución” mexicana. En la segunda mitad del Siglo XIX el gobierno de Porfirio Díaz emprendió el proyecto de desarrollar a México, construyó ferrocarriles, puertos, industrias de todo género; pero esa tarea se frustró con la Revolución Mexicana, el País entró en el caos, toda una serie de forajidos, fungiendo de generales se tomaron el poder. Para tener una idea de la índole de tales caudillos, basta citar una conversación de dos de esos “generales” en la novela “Los de Abajo” de Mariano Azuela; observando desde un alto una población, uno de los “generales”, dice “asaltemos ese pueblo, porque allí hay mucho dinero”, el otro “general” responde “Pero acaso ahora no somos el gobierno”.

Gracias a esa revolución, el desarrollo de México se estancó, se sucedieron una serie de gobiernos corruptos, que gradualmente permitieron el crecimiento del bandolerismo que ha culminado en un reinado del narcotráfico y el crimen.   

En 1969 triunfó la Revolución Cubana, un gran despliegue de propaganda, mucho fervor ideológico, pero una inocultable orgía de sangre, fusilamientos y una represión inmisericorde. La isla se convirtió en un gran campo de concentración, se reclutaron cubanos para apoyar regímenes tan siniestros como el de Mengistu Marian en Etiopia. Un gobierno caótico, sumió al País en un inocultable estancamiento económico, hasta tocar fondo en la década de los años 90.

Con la gradual desaparición de la casta gobernante se han conocido hechos aberrantes de corrupción, la cúpula gobernante se enriqueció desmesuradamente en medio de un País sumido en la pobreza; participó en actividades de narcotráfico, se benefició revendiendo petróleo subvalorado, venta de azúcar a sobreprecio y un tráfico de médicos y otros profesionales en una especie esclavitud moderna.  Personajes honestos que no compartieron el engaño colosal. desaparecieron ejecutados por acusaciones falsas o en “accidentes”.

En Venezuela se produjo un intento fracasado de golpe de estado, luego de la amnistía del cabecilla de dicha acción, el militar Hugo Chaves Frías, este llegó a la Presidencia por vía electoral, luego decidió iniciar un proceso revolucionario. Se dedicó a despilfarrar los ingentes ingresos de la industria petrolera del País, a fomentar las ideologías de “izquierda” en otros países, destruir la industria privada de Venezuela, auxiliar la arruinada economía de Cuba y atesorar grandes cantidades de dinero del erario para beneficio de su familia y allegados.

El prematuro deceso del mandatario produjo el nombramiento de un sucesor que decidió ampliar los ingresos de la cúpula gobernante, fomentando el narcotráfico a gran escala. Los carteles mafiosos se tomaron el País, al mismo tiempo se produjo un éxodo masivo de población al exterior.

En Colombia, por vía electoral, se inició un proceso “revolucionario”, encabezado por un histrión de pobre formación, pero mucha facundia, dominado por un lamentable caos mental. El señor Gustavo Petro, parece decidido a destruir las instituciones del País, pero al mismo tiempo, están sometiendo el erario a un saqueo inmisericorde, nunca en Colombia la corrupción había llegado a los extremos que se están viendo.

Esa peligrosa mezcla de revolución y corrupción, ya se ha presentado en países tales como Nicaragua, Bolivia, Argentina, Chile, etc.