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¿Si la paz no puede conseguirse con el ELN, volveremos al tableteo de las ametralladoras?

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Resumen

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Ya está bueno el alargue que han dado diferentes administraciones nacionales, con sus gobernantes doblegados ante las perversas determinaciones de unas cuadrillas terroristas que se han enriquecido con el secuestro, la extorsión, el narcotráfico y la minería ilegal. El monopolio de las armas de fuego no puede ser un privilegio de los grupos de bandidos que asolan nuestro territorio, cuando existe una Constitución Nacional que establece patrones de comportamiento de los ciudadanos del país y unas fuerzas armadas que tienen la obligación de combatir, con las armas de la república, a esta clase de delincuentes.

Con el secuestro del señor Luis Díaz, un ciudadano de la península de la Guajira, que es el padre de una de las mayores glorias del futbol profesional en el mundo, los bandidos del ELN quisieron destruir el proceso de negociaciones de paz que se adelanta en territorio venezolano, creyendo que realizarían el negocio del año, para canjearlo por muchas arrobas de dinero, para financiar las actividades de su tropa. En el fondo, los integrantes de estos grupos guerrilleros son unos mantenidos que se dedican a ejecutar asaltos en fincas ganaderas, saqueos en las minas de oro de Venezuela y al cobro del peaje para permitir el tránsito de los cargamentos de cocaína, que salen a los mercados del mundo a través de la frontera colombio-venezolana.

La mística de la lucha armada por la toma del poder ha desaparecido para darle paso a la barbarie desatada en las zonas campesinas de la región de El Catatumbo, donde están refugiados miles de bandidos que solamente saben apretar el gatillo de las armas de fuego para destruir la vida de los líderes sociales y de sus familias. El país tiene una imagen perversa y cruel de las guerrillas del ELN cuyos ‘comandantes’ viajan por el mundo hablando de paz, pero practican la guerra, bajo la absurda concepción de que van a ejercer el usufructo de inmensos capitales para la liberación del pueblo colombiano, que vive en la miseria y en la ruina.

La farsa y la mentira han sido parte del show mediático que realizan ingenuos estudiantes universitarios infiltrados en las universidades públicas, como ha ocurrido tantas veces en la Universidad Industrial de Santander, donde naciera esta organización diabólica que cree tener derecho a los escenarios del poder político en Colombia. Han pasado tres generaciones de guerrilleros del ELN, todos ellos fallecidos en la vorágine del conflicto armado y ninguno ha resultado idóneo para proponer y realizar una propuesta política civilizada, como la hicieron en su momento las otras guerrillas del Movimiento Diecinueve de Abril, que regresaron a la normalidad institucional en el gobierno del presidente Cesar Gaviria Trujillo, después del Holocausto del Palacio de Justicia en Bogotá, donde murieron dieciocho (18) magistrados de las altas cortes.

En un país como Colombia, que tiene la más diversa gama de partidos políticos, no hay razón para que existan grupos armados ilegales, con el pretexto de conseguir la paz, cuando hace mucho tiempo han debido desmovilizarse. Tarde que temprano, al presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, que insiste en el programa de la ‘Paz Total’, va a tener que utilizar las armas de la república, que son el brazo armado de la ley, para someter a las cuadrillas de bandidos y exterminarlos, porque no queda otro camino para la reactivación económica de esta nación que ha sufrido todos los efectos catastróficos del conflicto armado.

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