Un camino de transformación desde la Guajira hasta la UDES

En una mochila cargada de recuerdos, sueños y símbolos ancestrales, María Astrid López Epinayu decidió llevar consigo lo que llamaba su “casa” y su “legado”. Tenía claro que no solo viajaba por una oportunidad académica, sino que también representaba a su familia y a todo un pueblo: los wayuu. Con un poco de temor, pero con la determinación que acompaña a quienes están dispuestos a cambiar su destino, dejó su hogar en la Alta Guajira en 2019 y llegó a Bucaramanga gracias al programa Plan de Inserción a la Educación de Calidad de la Fundación Mujer y Hogar.

A más de 726 kilómetros de su territorio, en un entorno totalmente distinto al suyo, María Astrid fue acogida en la sede principal de la organización junto a otras jóvenes wayuu. Allí recibió no solo una beca académica, sino también apoyo para su manutención. La distancia y el choque cultural no la frenaron. Por el contrario, se convirtieron en el motor que la impulsó a cursar y culminar con éxito los grados décimo y undécimo, alcanzando así el primer peldaño de un camino que cambiaría su vida para siempre.

Omaira Nelly Buitrago Bohórquez, presidenta de la Fundación Mujer y Hogar, fue testigo cercana de ese proceso. “Ser wayuu en tierra alijuna, es decir, en un entorno ajeno a su cultura, no fue un obstáculo para María Astrid López. Fue una motivación adicional para avanzar. A pesar de la distancia con su familia y los desafíos culturales, mantuvo firme su propósito de convertirse en agente de cambio”, afirmó.

Una oportunidad que marcó su destino

Tras finalizar la secundaria, María Astrid decidió continuar su formación profesional en Bucaramanga. Su empeño y resultados académicos le permitieron acceder a una beca para estudiar Comunicación Social y Periodismo en la Universidad de Santander (UDES), apoyo gestionado y respaldado por la Fundación Mujer y Hogar.

Hoy, María Astrid es Comunicadora Social y Periodista. Su vida no solo cambió en lo académico y profesional: también encontró el amor, formó una familia y se convirtió en madre. Este nuevo rol fortaleció su compromiso de trabajar por un futuro más sólido, no solo para su hijo, sino también para las mujeres y comunidades indígenas que, como ella, enfrentan limitaciones históricas y sociales.

Actualmente hace parte del equipo de la Fundación Mujer y Hogar en el área de Responsabilidad Social, donde aplica los conocimientos adquiridos en la universidad y contribuye al fortalecimiento de proyectos que impactan a cientos de personas en situación de vulnerabilidad.

“El éxito de la Fundación no radica en acostumbrar a las personas a recibir ayudas en especie. Por el contrario, nos enfocamos en formarlas, en brindarles las herramientas necesarias para que, en el futuro, puedan ser autosostenibles”, explicó Buitrago, destacando que casos como el de María Astrid confirman que el enfoque educativo y productivo es el camino correcto.

Más que una historia personal: un legado colectivo

La trayectoria de María Astrid López Epinayu no se limita a una meta individual cumplida. Ella es hoy un símbolo de esperanza y resiliencia para las nuevas generaciones wayuu. Su experiencia demuestra que los sueños, aunque parezcan distantes, son alcanzables con disciplina, acompañamiento y oportunidades concretas.

Además, su historia no se detiene en la obtención de un título universitario. Actualmente es beneficiaria del programa Colonia Wayuu, desarrollado en alianza con la organización Techo Colombia. En noviembre recibirá una vivienda propia, un espacio que representa estabilidad y continuidad para su proyecto de vida.

“Su historia nos recuerda que cuando se abren puertas con amor, compromiso y fe, los sueños florecen incluso en las tierras más áridas”, expresó Omaira Nelly Buitrago, quien ve en María Astrid un ejemplo vivo de los resultados que generan las intervenciones sociales bien estructuradas.

En paralelo, la Fundación Mujer y Hogar continúa desarrollando múltiples programas en la Alta Guajira, beneficiando actualmente a cerca de 3.000 personas de comunidades indígenas. Entre las iniciativas destacan un hogar comunitario para niños, procesos de alfabetización para adultos y microproyectos productivos como panaderías y talleres artesanales. Estas acciones buscan mejorar la calidad de vida en una región históricamente afectada por el desabastecimiento, la desnutrición y la falta de oportunidades educativas.

Un vuelo que inspira a otros

La historia de María Astrid puede compararse con la metamorfosis de una mariposa: un proceso que exige paciencia, esfuerzo y la valentía de transformarse. Salió de su entorno con una mochila llena de tradiciones y regresará, en algún momento, con herramientas que le permitirán aportar al desarrollo de su comunidad.

Su caso demuestra que los programas de educación y apoyo social no solo benefician a un individuo, sino que generan un efecto multiplicador. Cada paso que da en su vida personal y profesional fortalece la representación de su cultura y abre caminos para que otras jóvenes wayuu crean en sus capacidades y se atrevan a buscar alternativas más allá de las fronteras de su territorio.

Hoy, mientras equilibra su rol como madre, profesional y miembro activo de una fundación social, María Astrid mantiene intacto el propósito que la llevó a empacar su “casa” en una mochila: honrar a su familia, a sus ancestros y a toda una comunidad. En cada meta alcanzada, reafirma que la educación sigue siendo la herramienta más poderosa para romper ciclos de desigualdad y construir futuros más justos.