Una victoria democrática

Por: Silvia Estupiñán Godoy

El pasado miércoles 3 de septiembre en la Plenaria del Senado de la República se eligió nuevo magistrado de la Corte Constitucional al exdefensor del Pueblo y exmagistrado del Consejo Nacional Electoral (CNE) Carlos Camargo Assis, con una votación de 62 votos, imponiéndose ante los otros juristas ternados, María Patricia Balanta, quien obtuvo 41 votos, y Jaime Humberto Tobar. Esta elección se realizó en reemplazo del hoy exmagistrado José Fernando Reyes.

 Su elección tuvo una particularidad propia de un país tan polarizado como el nuestro, fue una victoria celebrada por la oposición y ampliamente criticada por el Gobierno Nacional. Polemizar por ideologías o estigmatizar por género o razas las elecciones de quienes llegan a las altas cortes, deja de lado el verdadero debate que debería ser sobre el mérito e idoneidad de los futuros togados.

 Trayendo a colación una cita de Levitsky y Ziblatt de su libro “Cómo mueren las democracias”, éstos afirman que: “Cuándo los líderes atacan o socavan a las instituciones que limitan su poder, como los tribunales o el parlamento, la democracia comienza a erosionarse”. Entonces, es de analizar que la elección de una dignidad tan alta como lo es un magistrado de la Corte Constitucional, lejos de ser una puja entre sectores políticos, debería ser la defensa férrea de las Instituciones, la democracia y la separación de poderes en un Estado Social de Derecho.

Defender la independencia del Poder Judicial y en este sentido la Separación de Poderes es claramente una defensa firme de la democracia; O’Donnell en un artículo publicado en 1994 en la Revista “Journal of Democracy” advierte que: “La ausencia de un poder judicial independiente convierte a la democracia en una mera fachada, vacía de garantías reales para los ciudadanos”. Sin embargo, en mi opinión, considero que esa debería ser la verdadera victoria, con la elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional ganó la democracia en nuestro país y no un sector político determinado.

Así pues, esas “celebraciones políticas” en un país tan dividido y precisamente en época preelectoral son emociones que afectan mucho más la democracia y el riesgo de llevar los resultados electorales a unos que sean más negativos que positivos. Acá debemos en vez de celebrar, utilizar la elección de Camargo para ejercer educación electoral y política que tanta falta hace en los colombianos de a pie.

Así que, aunque la oposición y los sectores políticos de derecha celebren una “victoria”, entendiendo que la elección de Camargo es positiva para la defensa de la democracia y la separación de poderes, en realidad acá triunfó Colombia y nuestra Carta Magna de 1991.