UNGRD despliega maquinaria amarilla para proteger la vida en 50 municipios de Santander
Resumen
Durante la temporada de lluvias, la UNGRD moviliza maquinaria amarilla en Santander, realizando más de 3,000 horas de trabajos para prevenir tragedias en 50 municipios. Las obras en zonas vulnerables buscan mejorar la seguridad y conectividad de más de 20,000 personas.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Mientras la temporada de lluvias sigue afectando distintas regiones del país, el departamento de Santander encuentra un respiro gracias al accionar oportuno y masivo de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), que ha desplegado maquinaria amarilla en 50 municipios con el objetivo de atender emergencias, prevenir tragedias y garantizar la seguridad de miles de habitantes.
Las intervenciones, que suman más de 3.000 horas de trabajo continuo con maquinaria pesada, se concentran en zonas vulnerables históricamente castigadas por la falta de conectividad, la inestabilidad de taludes y el riesgo de inundaciones, como Barbosa, Vélez y Carmen de Chucurí. Allí, los equipos técnicos verifican y ejecutan en campo las labores de dragado de ríos y reconformación de vías terciarias, tareas fundamentales para salvaguardar la vida de más de 20.000 personas.
La respuesta que esperaban las veredas olvidadas
“Estas más de 300 horas de retroexcavadora nos permitieron salir del abandono en que estábamos. Hoy sentimos la presencia del Gobierno nacional en nuestras veredas y corregimientos”, expresó con alivio Marco Alirio Cortés, alcalde de Barbosa, uno de los municipios más beneficiados con las labores de la UNGRD. Sus palabras resumen el sentimiento generalizado en los territorios, donde por años las comunidades campesinas han tenido que enfrentar las emergencias con las uñas, sin maquinaria, sin apoyo técnico ni garantías para su movilidad.
Ahora, con el despliegue articulado desde Bogotá, los caminos empiezan a despejarse y los ríos a regularse, en una apuesta integral por mitigar los efectos de la variabilidad climática que se intensifican con cada invierno.
Dragado en Carmen de Chucurí: una medida urgente ante el riesgo de inundación
Uno de los puntos críticos intervenidos es la vereda La Belleza, en Carmen de Chucurí, donde el río Cascajales amenazaba con represamientos e inundaciones de gran magnitud. Allí, la UNGRD adelanta un dragado controlado que busca reducir el caudal retenido y permitir el paso natural del agua. Esta obra, que combina ingeniería hidráulica y conocimiento del territorio, es clave para proteger a decenas de familias rurales cuya vida depende del comportamiento de ese afluente.
“En época de lluvias, este río crece de forma descontrolada y nos deja incomunicados. Ahora, con la limpieza del cauce, ya no tenemos que vivir con ese miedo constante”, relató Rosa Díaz, habitante de la vereda.
Además de los beneficios inmediatos en términos de prevención de desastres, estas labores permiten reactivar la actividad agrícola y ganadera, pues muchas familias habían perdido acceso a sus cultivos y predios por cuenta del desbordamiento del río.
Reconformación de vías: conectividad para la vida

Simultáneamente, en veredas de Vélez y Barbosa se adelantan obras de reconformación de taludes y habilitación de pasos vehiculares y peatonales. Estas acciones son vitales para garantizar la movilidad de poblaciones que, ante cualquier deslizamiento o colapso del terreno, quedan completamente aisladas.
“Con una máquina amarilla se hace en dos días lo que con pala y pico se tardaría semanas. Y nosotros no tenemos cómo hacer eso solos”, afirmó Alejandro Ramírez, líder comunal de la zona rural de Vélez. La recuperación de estas vías no solo facilita el tránsito de personas, sino también el acceso a servicios de salud, transporte escolar y comercialización de productos.
En muchos casos, los derrumbes habían convertido caminos rurales en trampas mortales, bloqueando ambulancias y dejando a los campesinos atrapados. Hoy, gracias al plan de respuesta de la UNGRD, se está restituyendo el derecho básico a la movilidad segura.
Más de 3.000 horas al servicio de las comunidades
El esfuerzo no ha sido menor. Las más de 3.000 horas de maquinaria amarilla ejecutadas en Santander representan una inversión considerable de tiempo, personal técnico, logística y recursos públicos, orientados a atender los puntos críticos más urgentes.
Este despliegue no solo se trata de mover tierra y piedras, sino de construir confianza y presencia institucional. En muchos de los municipios intervenidos, los equipos de la UNGRD trabajan de la mano con las alcaldías, juntas de acción comunal y líderes comunitarios para identificar prioridades y asegurar que los trabajos beneficien realmente a quienes más lo necesitan.
“Es la primera vez que vemos este nivel de coordinación y respuesta. Nos preguntaron qué necesitábamos, dónde era más urgente intervenir, y ahí llegaron. Eso no tiene precio”, destacó con gratitud el alcalde de Carmen de Chucurí, Luis Fernando Acevedo.
Una estrategia pensada desde el riesgo
El enfoque de la UNGRD parte del principio de que no todas las emergencias pueden evitarse, pero sí pueden mitigarse sus efectos. Por eso, el uso de la maquinaria amarilla no se limita a reacciones post-desastre, sino que también incluye intervenciones preventivas, como el dragado de ríos, la limpieza de caños y la reconformación de taludes inestables.
El objetivo es reducir la exposición al riesgo, salvaguardar la vida humana y minimizar las pérdidas materiales. Este tipo de acciones preventivas ha sido clave para evitar tragedias como las que en años anteriores dejaron comunidades enteras incomunicadas o devastadas por las crecientes súbitas.

Más allá de la emergencia, una política de resiliencia
Lo que está ocurriendo hoy en Santander es un ejemplo de cómo el Estado puede fortalecer la resiliencia de las comunidades cuando actúa de manera anticipada y cercana. La maquinaria amarilla no solo mueve tierras: mueve voluntades, reconstruye caminos, conecta familias y devuelve la esperanza.
La presencia permanente de los equipos técnicos de la UNGRD en el territorio también ha permitido identificar otras necesidades en tiempo real, como zonas con riesgo de deslizamientos, fallas geológicas activas o problemas de drenaje, lo que abre la puerta a nuevos proyectos de mitigación y fortalecimiento institucional.
Un llamado a la corresponsabilidad territorial
Aunque las acciones de la UNGRD han sido ampliamente reconocidas por los mandatarios locales, el mensaje es claro: la gestión del riesgo es una tarea que requiere del compromiso de todos los actores. Las alcaldías, gobernaciones, juntas comunales y ciudadanía deben seguir trabajando en conjunto para mantener las obras, reportar nuevas amenazas y continuar fortaleciendo los sistemas de alerta temprana.
“Esto no es solo traer una retroexcavadora y ya. Es enseñar a la comunidad a identificar riesgos, cuidar sus entornos y prevenir desde lo local”, señaló la ingeniera Martha Rueda, coordinadora técnica de la UNGRD en el proyecto Santander.
La UNGRD se mantiene firme

Con este despliegue histórico en Santander, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres demuestra una vez más su compromiso con las comunidades más vulnerables y su capacidad de respuesta frente a los retos del cambio climático.
Las lluvias no se pueden detener, pero sus efectos sí pueden ser enfrentados con decisión, planificación y solidaridad institucional. El mensaje es contundente: cuando el Estado llega con tiempo, con herramientas y con empatía, los territorios dejan de ser víctimas pasivas del clima y se convierten en actores activos de su propia protección.
Porque prevenir siempre será mejor que lamentar. Y porque, hoy más que nunca, la maquinaria amarilla se convierte en esperanza amarilla.