Resumen
El artículo recuerda a las figuras históricas del fútbol de Bucaramanga y cuenta anécdotas de los partidos. Se lamenta el cambio de hierba por césped sintético en el campo y se insta a continuar apoyando el fútbol local.
Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)Por: Cesar Augusto Almeida.
En las tribunas atiborradas a la hora del partido más interesante de la jornada –domingos, 10 a.m.- se veían las glorias pasadas que rememoraban sus años juveniles como Misael ‘Papo’ Flórez, el capitán de capitanes y subcampeón suramericano con la selección mayores; Hermann Aceros Bueno, el ‘Cuca’, que descansa en paz, el único santandereano que ha jugado un campeonato mundial de fútbol (Chile1962); Américo Montanini, que también nos acaba de dejar, indudablemente el mejor extranjero de la historia del Atlético Bucaramanga llamado ‘la bordadora’ porque corría por las rayas haciendo filigranas con el balón., Traigo a la memoria esos tres talentos..
Los fanáticos que no caben o no tienen para la boleta a la que le enciman una cerveza enlatada, miran de pie a través del enmallado metálico que encierra el templo y soportan el bochorno del sol en la cara a esa hora como los de la tribuna de oriente, muy bien entechada pero que no sirve de mucho para proteger a la hinchada de esa tormentosa llamarada, a los que, si no llevan una gorra, se les chamusca hasta la memoria.
‘Lo mejor de la Marte era el polvo’ dice muy sonriente don David Echeverría que jugó con el Emelec cuando el campeonato de primera categoría era realmente de categoría y Guayos Player, Droguería Argentina, Forzán y Emelec era lo más granado, lo superlativo del fútbol local y por esos combos pasaron sagas familiares muy recordadas con afecto como los ‘Pitirri’ Salazar y los ‘Paqueticos’ Riveros.
Aparte, nadie sabe qué es un ´Pitirri´. Alguien me dijo que eso significaba ‘testigo falso’ pero no la encontré ni en mi diccionario Larousse de sobrenombres.
Personalmente creo que es un pájaro como el ´garrincha´ de Brasil que volaba a velocidades supersónicas y ese le dio el nombre superpuesto al famoso ídolo del fútbol de esa región valiosa en el fútbol mundial.
El preparador físico de Emelec era el rudo sargento, Dorsán, que los hacía sufrir con sus trotes interminables subiendo riscos, atravesando quebradas y bajando espinaderos. Los preparaba como para una guerra mundial, pero a patadas y palazos. Insufrible el hombrecito.
Siguiendo con la historia, en La Marte se conjugaban el barro y el polvo. Juvenal Arias cuenta que los sábados había que ponerles veladoras a los santos para que no lloviera porque si ocurría esa desgajadera de agua el campo era un barrizal, un resbaladero, una pista de patinaje sobre arcilla, el balón se negaba a rodar, se quedada pegado y terco como una mula y al final todos los jugadores de ambos equipos terminaban con el uniforme de igual color: amarillento llegando a marrón, los colores sublimes de la mezcla de agua con polvo.
El sublime grito
En años no muy lejanos los árbitros se vestían de negro hasta las medias y se ganaban el favor de los más desmesurados y locuaces cuando se equivocaba en una decisión: ‘¡Chulo HP...! ¡Chuuulooo...! era la flor menos espinosa que les lanzaban quienes se camuflaban medrosos entre los demás concurrentes como hermanitas de los pies descalzos.
De ese templo sagrado, donde asisten quienes oran en su religión monoteísta y en el que su único dios es el balón número 5, salieron sacerdotes como ‘Barranca’ Lozano, Eusebio Vera Lima, Zabulón Ruiz, Robert Villamizar, Sherman Cárdenas, Michel Rangel, ‘Pino’ Caballero, Adolfo León Holguín, Yorelly Rincón – número 10 de la selección Colombia femenina- y otra cantidad de animadores de cuyos nombres no puedo acordarme.
Cualquier sabado de diciembre Orlando ‘Pocheche’ Morales organiza el día del fútbol santandereano y la fiesta es grandiosa, fervorosa, aglutinadora. Se trae a los veteranos residentes en otras tierras, algunos injustamente olvidados y entonces se arma el jolgorio con los Vilaretes y compañía.
Eduardo Emilio Vilarete es muy famoso porque dio un espectáculo más folclórico que bochornoso: en un partido contra Brasil la goleada que ya era un hecho y se veía venir un tremendal más virulento, de puro abochornado y con ganas de lagrimear, en pleno juego y en mitad del campo se sentó encima de la pelota. La tribuna no lo podía creer. ‘Costeño tenía ser’ como decían en una comedia televisiva.
Agradecimiento por tanto regocijo
Este campo donde el tierrero era lo más sagrado hoy está tapizado con gramilla sintética, ese espanto de tapete duro, caluroso, que es como jugar descalzo sobre una lata caliente. Para muchos creyentes este hecho es un atentado contra un pasado pleno de leyenda, un acto casi criminal, irrazonable. No hay nada qué hacer y que no se engañen las vacas extraviadas si pretenden pasar a mordisquear lo que parece un jugoso potrero. En el desconcierto en el que van a quedar.
De esta cancha sagrada de donde hay muchísimas historias para la historia que no cabrían en un libro de quinientas páginas y en papel biblia y en donde priman las alegrías del triunfo y las amarguras de la derrota como en todos los deportes, solo resta agregar que hay que seguir visitándola dominicalmente, aunque sea para agradecerle por tanto regocijo que nos ha brindado.
El espacio se acabó, el partido terminó y por tanto puedo sentarme encima de la pelota.