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El día que Julio quiso ser Rey

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Resumen

El artículo compara al antiguo sistema de gobierno de Roma con los actuales políticos narcisistas que utilizan tácticas de manipulación y distracción para ganar popularidad. El autor critica que estos políticos eviten tratar problemas reales, similares a la estrategia romana del "pan y circo".

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Por: Reynaldo Pérez. Al igual que en la antigua Roma, los factores reales de poder median la opinión de la ciudadanía, en el imperio más grande de todos lo tiempos aunque no lo crean, existía Estado de Opinión que era alimentado por el famoso “pan y circo”, para ser Cónsul, los candidatos lanzaban ideas de reformas institucionales para “medir el ambiente” a la opinión pública, los estrategas de Rodolfo Hernández lo llamarían, “despertar la emoción”, Álvaro Uribe Vélez en el Plebiscito por la Paz lo llamó, “estamos buscando que la gente salga a votar verraca”, la estrategia de opinión del alcalde de la ciudad fue la de ir a la sesiones del Concejo con chaleco antibalas, después de “medir el ambiente”, el paso a seguir es el de lanzar globos que traigan excelentes resultados electorales, y en nuestra ciudad llevamos más de 8 años viviendo de globos electorales.

Cayó Julio Cesar Dictador de Roma, cargo institucional designado en tiempos de crisis por el senado, la tarea era la de buscar un salvador que mantuviera tranquilizada a ciudadanos, esclavos y extranjeros del imperio, veámoslo como un presidente con exceso de facultades otorgadas por el congreso y con altos niveles de popularidad, para muchos, la solución a los problemas del imperio era la de coronar a un Rey, pero a Roma no le gustaban los reyes, teniendo la experiencia de haber expulsado del naciente imperio a Tarquino el Soberbio, séptimo y ultimo rey de la Monarquía Romana.

Pero también existían amplios sectores, que eran partidarios de concentrar todo el poder institucional en la figura de un Dictador, convertido en Rey, y como todo “salvador” el narcisista Cayo Julio Cesar estaba convencido de que el debía seguir siendo el salvador de Roma y ser coronado Rey, solo tenia que poner a prueba, la peligrosa tolerancia monárquica del pueblo, todo político de carrera lleva su comité de aplausos y aduladores, en un festín del año 44 (A.C) el adulador Marco Antonio y culpable de la derrota de la batalla de Accio, se le ocurrió la maravillosa idea de coronar al dictador con una diadema de Laurel, ahí surgió la famosa frase con una peligrosa carga emocional de religión y política, el Dictador rechazo la corona dedicándosela al Dios Júpiter diciendo, “Ningún otro Rey tendrá Roma”.

La historia concluyó en tragedia, no solo porque el Dictador terminó asesinado en el Teatro de Pompeyo, la tragedia llegó con una interminable guerra civil entre los aduladores que amaban a Julio Cesar, que se autoproclamaban herederos de su inexistente reino. Al final Julio Cesar terminó siendo un servidor publico de Roma con el cargo de Dictador.

Al parecer la historia narcisista se repite en nuestros tiempos, salvadores de los Estados frustrados porque solo pueden ser servidores públicos electos democráticamente, con ejecitos de aduladores que no permiten que la función publica trabaje en la solución de los problemas estructurales de la sociedad.

Son muchos los políticos con credencial que buscan ser solución y al igual que en la antigua Roma, miden las emociones del electorado y terminan echándole “candado” a los problemas reales de la comunidad, la emancipación del continente no nos salvó de la demencia, alguna vez a un dictador enterró con honores militares su pierna, la que perdió en “La Guerra de los Pasteles”, esos narcisistas aun existen en Centroamérica, ellos piensan que se le debe poner “candado” a la defensa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, distrayendo a una ciudadanía atemorizada con “Pan y Circo”; preocupa que en nuestra ciudad el alcalde se autoproclame como nuestro Nayib Bukele, alcalde, “no solo de pan vive el hombre”.

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