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La ‘pasión’ por el fútbol convertida en caos

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Resumen

La violencia en el fútbol colombiano está siendo exacerbada por la infiltración de criminales en las barras bravas. Las autoridades necesitan tomar medidas para reforzar la seguridad en los estadios, sancionar a los violentos y trabajar en la prevención con programas de educación.

Generado por Inteliegenica Artifical (OpenAI)
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Los recientes hechos de violencia acontecidos en la capital santandereana, previo al duelo entre Atlético Bucaramanga y América de Cali, cuando un grupo de individuos, amparados en la pasión futbolística, sembraron el terror en la pacífica comunidad de Campo Hermoso, ponen de manifiesto un problema que va más allá del deporte, la infiltración de elementos criminales en las mal llamadas barras bravas.

El fútbol, un deporte que une a millones de personas en todo el mundo, se ha convertido en un caldo de cultivo para la delincuencia organizada. En Colombia, la problemática de las barras bravas ha alcanzado niveles alarmantes, con hechos vandálicos que empañan la imagen del país y generan un clima de inseguridad en las ciudades.

La permisividad de las autoridades, al permitir el ingreso de barras visitantes a los estadios sin las debidas garantías de seguridad, ha sido un factor determinante en el recrudecimiento de la violencia dentro y fuera de los escenarios deportivos.

La romántica idea de que el fútbol es un espacio para la convivencia pacífica ha sido aprovechada por estos grupos delictivos para cometer todo tipo desmanes y ofensa, desde robos y destrozos, hasta agresiones físicas y homicidios.

Es hora de reconocer que el problema de las barras bravas va más allá de la pasión desbordada de unos pocos. Se trata de organizaciones criminales que utilizan el fútbol como fachada para sus actividades ilícitas. La violencia en los estadios no es un hecho aislado, sino un síntoma de una enfermedad social más profunda, que requiere de una respuesta integral y contundente.

Las autoridades deben tomar medidas drásticas para erradicar la violencia en este deporte y de los estadios y ciudades de Colombia. Esto implica, en primer lugar, reforzar los controles de seguridad en los estadios, tanto para los aficionados locales como para los visitantes.

Es necesario identificar a los líderes de las barras bravas y prohibirles el acceso a los escenarios deportivos. Además, se deben establecer sanciones ejemplares para quienes cometan actos de violencia en el marco de eventos deportivos.

Tenemos aún frescas las crueles escenas de violencia y caos protagonizadas por colombianos en la final de la Copa América y con eso se ratifica que no es cuestión de cultura, sino de peligrosos enfermos mentales que creen que el fútbol es el saco donde pueden desahogar todas sus frustraciones.

Por otro lado, es fundamental trabajar en la prevención. Los clubes de fútbol, en conjunto con las autoridades y la sociedad civil, deben desarrollar programas de educación y concientización dirigidos a los jóvenes, promover valores como el respeto, la tolerancia y el juego limpio.

El fútbol es mucho más que un simple juego. Es una pasión que une a millones de personas, pero se hace necesario recuperarlo de las garras de la delincuencia, para que los estadios vuelvan a ser espacios seguros para todos.

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